APARECIÓ MUERTO DE UN TIRO ESTUDIANTE JESÚS MANUEL OSUNA (EL NACIONAL y CLARÍN, 17 DE SEPTIEMBRE 1962)
Publicado: 20/09/2023 09:00 PM
La muerte del joven universitario de 22 años, Jesús Manuel Osuna, ocurrió cuando salía de una función de cine. Fue abordado por agentes de la Digepol y recibió un tiro en la cabeza.
A la 1:30 de la madrugada, una llamada anónima alertó a la PTJ que su cuerpo se encontraba tendido cerca de Puente República, en la esquina Este-2 de El Conde.
Posteriormente se conoció que era miembro de la Juventud Comunista y que fue asesinado por una comisión comandada por Atahualpa Montes.
Testigos presenciales aseguraron que los agentes intentaron colocar un revolver en la mano izquierda de Jesús Osuna, como coartada para hacerlo pasar por suicida.
Agregaron que Osuna era buscado por la Digepol, al igual que el estudiante de 3er año de Ingeniería Agustín Rodríguez Gabaldón, bajo la acusación de ser contactos de la guerrilla.
Contexto: En septiembre de 1962 también fueron abaleados por la Digepol los siguientes cuadros juveniles del PCV:
Omar Ramones Prieto, quien fue rematado a culatazos y patadas en la avenida San Martín durante una manifestación estudiantil. Era un destacado dirigente hecho siete veces prisionero durante la dictadura de Pérez Jiménez. Dejó viuda y una hija.
José Manuel Rojas Figueroa fue tiroteado en la Plaza de Catia (Plaza Sucre).
Manuel Cachutt fue ametrallado en Valle de La Pascua, estado Guárico.
Rómulo Betancourt, con su Digepol, se ensañó contra la Juventud del Partido Comunista por lo que allanó y saqueó 16 mil hogares.
El vocero oficial de Acción Democrática, Gonzalo Barrios, declaró a los periodista: “Yo no sé nada…”, “hoy no he leído la prensa…”, “no tengo información oficial al respecto…”, “todavía no he llegado a mi casa…” y ”por favor déjenme en paz…”.
Por esa época comenzó a tomar fuerza un grupo de abogados comandados por David Morales Bello, a quienes llamaban “los Perry Mason”.
Estos se adueñaron de los tribunales penales y adquirieron respetabilidad negativa por amparar los crímenes de la Digepol.
Su centro de operaciones era la misma sede de la Digepol, donde adulteraban pruebas, promovían falsos testigos y fabricaban confesiones de los detenidos articuladas por la vía de la tortura. Las que luego pasaban a formar parte del sumario que sustanciaría el juez penal de la causa.
Así funcionaban los laboratorios del crimen y la persecución política en los primeros años de la Democracia Representativa.
REDACCIÓN MAZO