Chavistamente: Contra llanto, viento y marea
Publicado: 15/01/2020 02:52 PM
A
las 5 de la mañana del 31 de diciembre pasado, amanecimos con nuestro
CLAP, en casa de un compañero, recibiendo las bombonitas rojas para una
jornada de venta de gas. Éramos responsables 256 bombonas, y cuenta aquí
y cuenta allá y taquicardia: ¡falta una! y el camión que iba a llegar a
las 6 se demoró y la noche del día que apenas empezaba iba a ser larga y
yo no sabía si podría luego vencer el sueño para recibir el año nuevo.
El
camión tuvo una falla, hay que esperar que lo arreglen, hay que esperar
y amaneció y los vecinos se fueron a sus casas y nosotros nos quedamos
cuidando las bombonas y esperamos que llegara el camión que no llegaba,
que no llegaba, y ¡llegó!
Entregamos
todas las bombonas a sus dueños. La que faltaba apareció. Con los
nervios contábamos y no la veíamos. Entregamos todo, cuadró todo y vino
el alivio, la alegría, la satisfacción. No había mejor forma de terminar
el año: otra batalla ganada por el CLAP.
Cuando
cuento estas cosas, nunca faltan los desubicados que no entienden y
reclaman furiosos al gobierno por su derecho a comprar el gas (más
barato del mundo) donde y cuando les de la perra gana. “No sé que estás
celebrando, conformista.” Estamos celebrando otra victoria sobre el
bloqueo. Conformismo sería rendirme, pero bueno, mejor es no entender y
quejarse; queda más chic.
“¿Qué
tiene que ver el bloqueo con el gas, con el agua, con la luz, con el
teléfono, con todos los servicios públicos que son mi derecho porque yo
los pago (baratísimos)?” –dicen los desmoralizados desmoralizadores.
¿Qué tiene que ver? Todo. Pero ellos no quieren pensar, porque son
superiores y ya pensaron y pensaron que si hay mantequilla de maní en un
bodegón, aquí no hay bloqueo.
Remar
en la tormenta no es fácil, pero es gratificante. Los CLAP remamos
durísimo llevando incluso a los que van en el mismo barco con cara de
turistas de primera. Expertos que dicen que así no se rema, que es
clientelismo llevarle comida subsidiada a la gente para que esta guerra
no se los lleve, que es control social, que los enseñes a pescar, claro,
en este mar seco que se llama bloqueo.
”¿Ay
sí, vas a seguir con el cuentico del bloqueo?” Y entonces da hasta
fastidio explicarles que en un país como el nuestro, donde solo se
produce petróleo, necesitamos traer de afuera casi todo, mientras no
logremos producirlo nosotros aquí (con todas las limitaciones que impone
y bloqueo, sí, otra vez el bloqueo). Que si se daña una bomba de agua,
reponerla es una odisea, y mientras no se reponga, el agua no va a
llegar. Que tenemos todas las cuentas bloqueadas, que para comprar una
simple tuerca tenemos que hacer maromas y la primera de ellas es
conseguir el dinero para pagarla porque -adivinen- el blanco principal
del bloqueo es la producción de petróleo, nuestra fuente principal de
ingresos.“Ah, justificadora, jalabolas, enchufada”.
Que
el país dejó de ingresar la millonada que permitía hasta subsidiar
vacaciones por Europa. Que no es por “ineficiencia”, como lo venden los
gestores del bloqueo -¡bloqueo, bloqueo!- sino porque, además de apuntar
a PDVSA, todas nuestros trámites comerciales y financieros son
perseguidos. Da hasta fastidio tener que explicar algo tan obvio, en
serio.
Y
claro, mientras más arrecia la tormenta, se multiplican las
desviaciones. Entonces la corrupción es el problema, no el bloqueo, la
guerra que desmoraliza a los débiles y que alienta a los sinvergüenzas
que terminan embarrados. La corrupción criticada desde la superioridad
moral de quienes, en muchos casos, anhelan un pedacito de ella. Ladrones
juzgando a diestra y siniestra por su condición.
Remamos
por los turistas de primera y por los que no supieron aguantar la pela y
que ahora quieren ser la voz de los que sí la aguantamos. Los que
quieren decirnos que así no se pelea una guerra, porque no hay guerra,
sino ineficiencia y corrupción y esa se cura con “MANO DURA; CARAJOOOO”,
mantra en mayúsculas de los que no tienen ni memoria, ni la menor idea.
El
pensamiento mágico, la creencia de que las más profundas taras
culturales, las llagas más resistentes del capitalismo, se curan con un
“¡CAMBIO DE GABINETE YA, CARAJOOOOO!” una especie de abracadabra pueril
que cree que el problema es un ministro y que Maduro no lo sabe, como
Chávez en su momento tampoco lo supo.
Esto
por las redes sociales. En la calle son más de lo mismo pero de
cerquita: como no hay un ministro a mano, la agarran con el CLAP.
Recostados, viendo tele, se quejan de que el CLAP no trabaja, como si el
CLAP, no fueran también ellos. Pero es que claro, para ellos no es más
que una caja que aparece una vez al mes, como por arte de magia, y que
-¡qué chimbo!- trae muchas lentejas.
Son
como termitas cuyo trabajo, inconsciente o no, es corroer, sembrar
dudas, cizañas, desmoralizar como ellos se desmoralizaron. Habrá quien
caiga en ese juego, pero la mayoría lo que hacemos es reafirmarnos en
nuestras convicciones. Si no fuera así, si la vida fuera como ellos la
cuentan, hace rato que habría caído el gobierno. Lo habríamos tumbado
con la misma fuerza con la que lo sostenemos. Creer lo contrario es
creer que el pueblo es idiota y eso es muy mariacorinista para decir que
es chavista ¿No?
En
fin, que escribo esto porque ayer escuchaba la memoria y cuenta del
Presidente Maduro, y él iba narrando la batalla heroica que dio el
gobierno el año pasado, para evitar una guerra, para evitar una hambruna
tantas veces anunciada, y él contaba la parte que le tocaba y yo
recordaba la que nos tocó a nosotros, los que remamos en cada calle,
incluso más allá de nuestras fuerzas, como un engranaje con nuestro
gobierno, para que este barco siga avanzando en medio de esta tormenta,
así no veamos su final, porque este río crecido es más largo que la
vida.
Remando contra llanto, viento y marea, nosotros venceremos.
CAROLA CHÁVEZ
@tongorocho