Colombia le respondió a Petión con Duque: El drama de Haití
Publicado: 14/07/2021 11:25 AM
Desde el racismo estructural que pesa en la
educación y la política en Colombia, se asocia a Haití simplemente con miseria
y violencia. Se olvida que fue la primera república libre de América Latina y
la primera gran rebelión de esclavos exitosa del mundo. Gracias al proceso de
Revolución Haitiana (1791-1804) de nítido contenido racial y de clase, la
otrora colonia de Saint-Domingue fue la precursora en derrotar nada menos que
al Imperio Napoleónico, y en abolir la esclavitud, cuando todavía las
metrópolis europeas se lucraban con el comercio de seres humanos. Nuestra
América y el planeta le debemos honores aun a la Ceremonia de Bois Caiman, a
Duty Boukman, a Toussaint Louverture y a los jacobinos negros.
En 1804 cuando la independencia en las
colonias de tierra firme era una quimera en la que apenas se asomaba el Leander
de Miranda, ya Haití era una república soberana, y mientras las clasificaciones
raciales se mantendrían en todo el continente hasta entrado el siglo XX, el
país caribeño había abolido la esclavitud y cualquier segregación legal entre
grupos étnicos. El rebelde mulato Alexandre Pétion, se plantó en contra de
cualquier pretensión monárquica y convirtió Haití en el promotor de toda la
independencia de América y en la abolición de la esclavitud en el mundo entero.
Con razón Bolívar afirmó: “Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la isla de Haití me
recibió con hospitalidad: el magnánimo Presidente Petión me prestó su
protección y bajo sus auspicios formé una expedición de trescientos hombres
comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leónidas
¡¡¡Gracias al pueblo de Haití mis compatriotas serán nuevamente libres!!!”
Lamentablemente su insigne rebelión le fue
cobrada al pueblo haitiano. El gobierno restaurado de Francia con el concierto
de todas las potencias europeas le impuso una onerosa indemnización por su
independencia que tuvo que pagar durante todo el siglo XIX, mientras soportaba
un largo bloqueo económico del naciente imperio norteamericano, que quebró la
otrora rica economía colonial de plantación. Elites mulatas y caudillos
militares traicionaron el sentido de la revolución haitiana, derivando en
dictaduras e imperios autoproclamados, hasta que en el apogeo del
intervencionismo estadounidense en el Caribe, el país es invadido entre
1915-1934 dejándolo condenado a su actual situación. El autoritario régimen
familiar de los Duvalier ( Papá Doc y Baby Doc) gobernará 30 años Haití con el
apoyo expreso de Washington (1957-1986) hasta que una rebelión popular los
derroque.
No obstante, no ha sido posible la
construcción de un régimen democrático en Haití, ni que la nación avance a su
estabilidad política. Después de los Duvalier se han sucedido tres décadas de repetidas
intervenciones militares norteamericanas como las de 1996, 2004 o 2015 y
permanentes golpes de estado y levantamientos. 22 gobiernos en 35 años, sin
contar como termine la actual crisis.
El asesinado presidente Jovenel Moïse -apadrinado
por el expresidente pronorteamericano Martelly- fue elegido finalmente en 2016 por
menos del 10% del patrón electoral, luego de un año de interregno por
acusaciones de fraude en las elecciones de 2015, que impidió la realización de
la segunda vuelta. Desde el 2020 había cerrado parlamento y las altas cortes,
ampliando de facto su periodo presidencial hasta 2022 y buscaba una reforma
constitucional que aprobara su reelección. Desde inicios de este año Haití era
sacudido por protestas contra el gobierno de Moïse, agudizadas por la creciente
crisis social y económica exacerbada por la pandemia, y el país se encontraba
ad portas de elegir un nuevo parlamento en octubre próximo.
Sin embargo, el asesinato de Moïse no
responde exclusiva- ni esencialmente- a la problemática interna de Haití.
Factores geopolíticos regionales pesan sobre este magnicidio. La remoción de
Moïse de la presidencia hubiese podido darse como en cualquiera de los
sucesivos gobiernos de este siglo que no han concluido período. Pero la novedad
se da por la ofensiva continental de la derecha, la degradación
intervencionista de la DEA norteamericana y el mercenarismo de exportación, en
el que lastimosamente nuestro país juega un papel protagónico. Sectores
políticos de EEUU intervienen a Haití con colaboración colombiana para
fortalecer su correlación de fuerzas regional contra Venezuela y Cuba. No es un
disparate, es el crudo dama de Nuestra América.
En primer lugar, el gobierno Biden no ha
alterado la política exterior de EEUU frente a América Latina. Se mantienen y
profundizan los bloqueos contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, así como otras
maniobras de desestabilización regional apoyadas por gobiernos adláteres. Como
lo denunciara el presidente Evo Morales, vivimos un Plan Cóndor II, con
promoción de protestas desestabilizadoras como las que ha sufrido Cuba en la
recientes semanas, golpes blandos y no tan blandos, guerra jurídica,
operaciones mercenarias como las de Haití, Bolivia o Venezuela, y constantes
actos de provocación militar –como los realizados por Colombia en su frontera
oriental- o políticos- como la prolongada espera en la proclamación de Pedro
Castillo como presidente de Perú. No es descabellado por tanto, que remover a
Moïse sea funcional para la mayor desestabilización regional, la impostura del
enésimo presidente títere en Puerto Príncipe, la prevención de una revuelta
popular en Haití y la salvaguarda del territorio haitiano como portaviones
terrestre en el Caribe.
En segundo lugar, no es fortuito que un
componente de esta ofensiva imperial sea la denominado lawfare o guerra
jurídica. En Ecuador han sido determinantes los montajes judiciales para
impedir el retorno de la Revolución Ciudadana al gobierno, incluyendo la
patética intervención del fiscal Barbosa en medio de la pasada campaña
presidencial. La DEA, que es una entidad de personal gubernamental pero no
estatal, es corresponsable del negocio del narcotráfico a nivel regional, así
como de la fracasada pero rentable “Guerra contra las Drogas” que completa
medio siglo de fiascos. Como sucediera en los años ochentas del siglo pasado
con el dictador panameño, la DEA sigue creando “Noriegas”, ceba aliados que
defenestra cuando se le tornan incómodos o impresentables, o simplemente cuando
pueden serle más funcionales fabulando montajes contra enemigos de Washington.
En Colombia hemos sufrido el falso positivo judicial prefabricado por la DEA y
Néstor Humberto Martínez contra el proceso de paz y contra el gobierno
bolivariano de Venezuela, por ello no es casual que los asesinos hablen de
haber sido contratados para una “extracción”, hayan usado prendas de la agencia
norteamericana e incluyan en su nómina a por lo menos un agente de la DEA. Será
que el comando que fracasó en Haití fue el mismo que no pudo llevarse vivo al
guerrillero Jesús Santrich?
Finalmente, es determinante en el asesinato
de Moïse el modelo de mercenarismo de exportación promovido en medio del
militarismo neoliberal, en el que el complejo militar económico colombiano es
pieza angular. No es casual que los dos países del hemisferio occidental que
destinan más del 3% de su PIB al gasto
militar – Colombia y EEUU- hayan generado una gigantesca máquina de guerra que
desborda sus fronteras. El hipertrofiado pie de fuerza colombiano, expulsa de
sus filas año a año a un personal joven que no tiene otra vinculación económica
que la guerra, máxime cuando han sido adoctrinados por la contrainsurgencia.
Desde los años de Pinzón en el Mindefensa, él y el Premio Nobel Juan Manuel Santos
proyectaron la vinculación a la OTAN, la venta de servicios de seguridad y las
mal llamadas “misiones de paz” como una alternativa que se mantuviera el abultado
aparato militar de la guerra, después de la firma del Acuerdo Final.
Adicionalmente se permitió el ingreso y operación en el país de 77 compañías
militares y de seguridad privada norteamericanas, británicas e israelíes,
incluidas las grandes contratistas de las invasiones a Irak y Afganistán.
Siembra guerra y cosecharas mercenarios,
podría ser la conclusión obvia. Por ello no es gratuito que 24 compatriotas se
vayan a matar un presidente en Haití, así como custodian instalaciones
petroleras en Kuwait, o participan de bandas paramilitares como la del “Koki”
en territorio venezolano como quedó en evidencia con la captura de varios colombianos
en medio de los operativos desarrollados en Caracas esta semana. Pero el
problema es aún más grave. Como pasó en el caso de la hacienda Daktari en 2004,
con la captura de 153 paramilitares colombianos con el plan de asesinar al
presidente Hugo Chávez, o con la calle de honor para el cruce de la frontera
del señor Juan Guaidó, realizada por el grupo narcoparamilitar de Los Rastrojos
en Norte de Santander, no estamos ante simples casos de mercenarismo
individual.
El presidente Duque y su ministro Molano
están en mora de asumir las responsabilidades por acción y por omisión del
estado colombiano en la operación mercenaria en Haití que involucra a
exmilitares y 6 militares activos, así como por las actividades en Colombia y
sus relaciones con funcionarios del gobierno de la compañía mercenaria CTU
Security, del venezolano miamero Tony Intriago quien posa orgulloso en plena
campaña presidencial uribista en la Florida y compartió tarima con toda la
derecha continental en el concierto de Cúcuta. De igual forma, es hora que
respondan por la invasión irregular a territorio venezolano que vienen
realizando grupos paramilitares colombianos, incluidos los acuerdos entre el
financiador de la campaña presidencial, el narcotraficante Ñeñe Hernández, el
golpista venezolano Cliver Alcalá y la fracasada Operación Gedeón.
Que vergüenza con Nuestra América. Gracias
a Haití somos independientes. Ellos nos regalan a Pétion y este Estado le
responde con un Duque, cómplice silente de mercenarios asesinos.
PIEDAD CÓRDOBA RUIZ