Cuentos del Arañero: El Mariscal Sucre
Publicado: 04/06/2015 07:14 PM
Ese gran mártir de América, de los más grandes, Antonio José de Sucre. Treinta y cinco años tenía el Mariscal Sucre cuando lo mataron. Había sido eecán de campo de Miranda a los 15 años; general del ejército Libertador en Guayana, junto a Bolívar. Luego la Campaña del Sur, Junín, Ayacucho... el virrey, prisionero de Sucre en Ayacucho.
El último virrey de España en estas tierras capturado en Ayacucho con todos sus oficiales. Todo el ejército español se entregó; arriaron la bandera de España después de 300 años de dominación. Sucre le dio la mano para levantarlo. Dicen que el virrey le dijo: “Tan joven y con tanta gloria”. Por eso fue que el mismo Bolívar, de su puño y letra, escribió aquella frase: “La posteridad recordará al general Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac y a sus pies las cadenas del imperio español rotas por su espada”.
Sucre tenía 29 años cuando se hizo inmortal en Ayacucho, en la gran batalla libertadora de Suramérica. De los mejores soldados, de los mejores revolucionarios, de los mejores líderes, Simón Bolívar dijo un día, y está escrito: “Donde está el general Sucre, está el alma del ejército”. Era el alma del ejército, alma del pueblo, el cumanés. Humilde, pero empeñado, con una voluntad de acero, una inteligencia muy creadora para lo militar, para lo diplomático, para lo político.
Presidente fundador de Bolivia. Le dieron un golpe de Estado, la oligarquía boliviana, porque él estaba entregándoles tierras a los indios, a los pobres, haciendo escuelas para los pobres, haciendo caminos. Era ingeniero, además; sistemas de riego, buscando agua, llevando agua para los sitios que no la tenían; la salud, haciendo hospitales; la educación. Un Gobierno muy bueno el de Sucre. Le dan un tiro en un brazo y queda manco, casi lo matan. Le hicieron imposible la vida. Renunció al Gobierno de Bolivia. Se vino a ver a Bolívar y lo acompañó hasta la última hora.
Memorable es la última carta de Sucre a Bolívar. Bolívar renunció, se fue. Sucre lo busca, no lo consigue. “La ausencia de usted, mi general, me ahorra las lágrimas de la despedida. Adiós, mi general. Donde quiera que esté, mi último aliento será para Colombia y para usted”. Al día siguiente, agarró la mula, se fue a buscar a su mujer y a su pequeña hija en Quito. Pero no le perdonaron ser leal a Bolívar y ser tan joven. Como dijo el virrey: “Tan joven y con tanta gloria”.
Era un peligro él solo, su vida. Después de Bolívar venía él. Su brillo, su gloria, su prestigio en los ejércitos. Desde el Caribe hasta la Argentina el nombre de Sucre brillaba por todos lados. Y ocurrió la emboscada, el balazo traicionero. Santander detrás de la emboscada, Obando, traidores lacayos que entregaron luego estos países a la garra del imperio norteamericano. Traicionaron a la revolución.
Dijo Bolívar, cuando le informaron de la muerte de Sucre, entre muchas cosas, una lapidaria: “La bala que mató a Sucre mató a Colombia y acabó con mi vida”.
Hugo Rafael Chávez Frías Cuentos del Arañero