La Campaña 1821: Bolívar entorno y circunstancia

Bolívar estaba muy bien informado de lo que sucedía en todas partes. El imperio hacia aguas
Retrato de Simón Bolívar

Publicado: 17/06/2021 09:42 PM

Hace 200 años, mientras Simón Bolívar descendía de Bogotá para liberar a Venezuela, el eco de sus victorias retumban en todas las capitales americanas y europeas, algunas tan lejanas como Moscú. Durante su trayecto impartió órdenes para poner fin a 300 años de absolutismo imperial español. Páez y Cedeño suben de los llanos, Bermúdez -  Zaraza y Monagas acechan Caracas desde oriente, Urdaneta avanza desde Maracaibo a Barquisimeto y Cruz Carrillo baja de Trujillo a San Felipe. Todos cumplen la ejecución de movimientos cohesionados para desmembrar al ejército realista.

La correlación de fuerzas en el plano internacional pugnaban en direcciones contrarias, los Estados Unidos apoyaba con armamentos a España.  Por su parte Inglaterra, toda vez que liquidó a Napoleón, vio en la Gran Colombia un sinfín de oportunidades para exportar a cientos de oficiales y miles soldados sin sueldo que vagaban por las calles pasando hambre, amén de  obtener materias primas baratas y dominar económicamente a la naciente república. En el plano regional dicha correlación era adversa. Bolívar debía enfrentar a un ejército profesional, curtido en las guerras napoleónicas, numéricamente superior (15.000 efectivos), mejor equipado, con más experiencia y disciplina. No obstante, en medio de grandes dificultades, logró adiestrar, disciplinar, equipar y alimentar a tropas dispersas en todo el territorio, para fortalecer varios frentes de ataque y envolver a los realistas. Unidad de mando y el cumplimiento estricto de misiones en comando fue la clave del avance de Bolívar sobre todo el territorio venezolano y suramericano. La integración continental estaba en marcha. Solo así podía dar jaque mate a Fernando VII.

Las circunstancias más  relevantes antes de la Batalla de Carabobo se pueden resumir en los siguientes términos:

1.-  Esfera internacional: Desde Europa llega la noticia de la muerte de Napoleón. Tras ser lentamente envenenado, con arsénico, por sus carceleros,  muere  confinado y solitario, en un  islote del Océano Atlántico, el  genio del Arte Militar, quien  cambió por completo el escenario geopolítico del mundo occidental. Todas las testas coronadas  cayeron de sus pedestales. Las desviaciones ideológicas del pequeño gran corso, su endiosamiento (culto a la personalidad) y su ocaso no  cerró la puerta de la inconclusa e inexacta Revolución Burguesa - Francesa, cuyo espíritu popular resucitaría posteriormente con las Revoluciones  de 1848 y la Comuna de París de 1871. A Napoleón lo llevaron a la tumba, entre otros factores, las traiciones de su jefe de policía, José Fouché, y de varios de sus ministros y allegados que apostaron a su derrota. Réptiles en estado puro y duro, reptantes intrigantes, farsantes y amorales.

Bolívar estaba muy bien informado de lo que sucedía en todas partes. El imperio hacia aguas. Setecientos (700) años de cruces matrimoniales, entre primos hermanos y tíos con sobrinas, produjeron todos los efectos nefastos de la endogamia y las perniciosas enfermedades de la consanguinidad. Las casas reales estaban llenas de desquiciados con rasgos de cinismo y crueldad inenarrables. Bolívar mismo presenció las correrías nocturnas de la disoluta reina María Luisa de Parma y como los favoritos sustituían al rey en la alcoba. Los altos niveles de corrupción y los envenenamientos eran parte del protocolo de la corte.

España transitaba entonces el trienio liberal nacionalista (1820-1823). La sublevación del General Riego hizo que Fernando VII tuviera que jurar la constitución anti monárquica de Cádiz (La Pepa).  Se abolieron los títulos nobiliarios, se estableció la libertad de imprenta, se instauró la educación pública gratuita en tres niveles, se decretó la abolición de la inquisición, se suprimieron  las órdenes monacales, se expulsaron a los jesuitas  y reconocieron los derechos de las colonias de ultramar a tener representación en las Cortes de Cádiz.

2.- Las Finanzas de la Gran Colombia: Entre dos océanos, Pacífico y Atlántico, Bolívar con su espada edificó la arquitectura político territorial de  una gran república, con una superficie de 2.519.954 km cuadrados y 2.583.799 habitantes. El continente suramericano contaba con 16.000.000 de habitantes en una extensión de 17.840.000 km cuadrados. Con su inmensa masa de capital excedentario la banca inglesa vio en las naciones libres del sur una oportunidad para  esclavizarlas bajo el peso de deudas leoninas alegremente contraídas. Desde Buenos Aires hasta Bogotá, Inglaterra proporcionó empréstitos por un valor nominal de 20.000.000,oo de libras esterlinas. Toda vez que fueron deducidos los intereses, gastos administrativos y comisiones de los intermediarios el desembolso real que llegó al tesoro público de las nuevas repúblicas apenas alcanzaba 7.000.000,oo de libras esterlinas. Lo inaudito es que muchos intermediarios eran altos funcionarios de los gobiernos  deudores.

Así, las oligarquías criollas, ahora en el poder, alegremente aumentaron frenéticamente las importaciones de artículos de lujo para que una muy pequeña minoría pudiera vivir a la moda inglesa o francesa, condenando de antemano la libertad económica y soberanía política de los pueblos recién emancipados. Pasarían más de 100 años para poder pagar sus excesos.

La década de los 1820 fue la belle époque de la fiebre bursátil hispanoamericana en Londres. Se constituyeron  más de cuarenta sociedades anónimas para explotar las minas, salinas, producción de tabaco y control de todas las exportaciones, especialmente oro y plata. En la contaminada City londinense, donde las emisiones de gas carbón ya espesaban en densas neblinas tóxicas, proliferaron los bancos como sabañones cultivados en las letrinas del capital imperial. El genio de  Charles Dickens ha sido capaz de retratar fidedignamente la dantesca miseria y pobreza extrema de la decimonónica ciudad inglesa.

Todos los fenómenos concurrentes que en gigantescas proporciones destruyeron a la gran masa de artesanos, hilanderas, trabajadores metalúrgicos, carpinteros, constructores, campesinos y pequeños ganaderos de Inglaterra, se transmitieron al campo y las ciudades de La Gran Colombia. Los mismos retratos de la miseria humana de los primeros antros londinenses, aparecieron también en Bogotá, Caracas y Quito.

Después de 10 años gestionando el reconocimiento internacional, empréstitos y contratando legionarios para mejorar la capacidad operativa de los ejércitos patriotas, el diplomático venezolano Luis López Méndez es sustituido por el neogranadino Francisco Antonio Zea. Este último consideró las arcas del Estado como de su peculio personal, que podía compartir con sus amigos, prestando muy poca atención a los pedidos de Bolívar de armas, municiones, uniformes y materiales necesarios para la defensa de la Gran Colombia.

Zea reunió a todos los acreedores en Londres y negocio arbitrariamente la deuda preexistente. Expresó al cartel de acreedores:

“Mi país pagará todo lo que se debe, sin fijarse en el origen de la deuda”.

Los acreedores aprovecharon esta expresión, fútil y fanfarrona, para hacerle reconocer deudas ficticias y pagares inexistentes, que el anterior comisionado para tales fines, Luis López Méndez, no había consentido, ni adquirido.

Zea, sin autorización del congreso pidió un préstamo personal de 66.666,00 libras esterlinas a cuenta de la Gran Colombia, cobró comisión de 20.000 libras inglesas sobre el valor nominal de un empréstito de 2.000.000 de libras esterlinas y se mandó  a construir un carruaje de lujo presentarse ante sus majestades en su carácter de embajador. Deducido los intereses, comisiones, gastos de representación de Zea, la Gran Colombia tan solo recibió menos de la mitad del valor nominal del empréstito.

Cuando Zea intentó arbitrariamente negociar el reconocimiento de la Gran Colombia como potencia libre y soberana ante Fernando VII,  sugirió un sistema de monarquía parlamentaria y  un rotundo “¡jamás!” de Bolívar puso un alto al  entuerto que estaba negociando. Bolívar le revocó todos  los poderes y Zea aún después de destituido del cargo negoció otro empréstito, que Santander y Castillo-Rada tuvieron que forzosamente aprobar en el curso de las deliberaciones del Congreso General Constituyente de Cúcuta.  

3.- Geopolítica regional: Un extraordinario evento había sacudido la opinión pública y polariza la atención del Libertador: Guayaquil  se pronuncia públicamente por la independencia y adhesión a la Gran Colombia. Antes de partir para la campaña de Venezuela, Bolívar envía al General Sucre, el más calificado de sus oficiales, con amplios poderes para acometer la liberación de Quito, la adhesión de Guayaquil y la liberación del Perú. Razón más que suficiente para entender porque luego de haber coadyuvado en su planificación estratégica el joven general Sucre no estuvo en Carabobo.

4.- Origen del  laberinto colombiano: Habiendo fallecido Juan German Roscio el 04 de abril, Bolívar perdió a uno de sus más leales y brillantes colaboradores. Designó a Antonio Nariño para que lo sustituyese en la Vice presidencia ejecutiva. El Libertador asistió a la sesión de instalación del Gran Congreso de Cúcuta e incontinenti avanzó  sobre Venezuela.

Así en estas latitudes fronterizas, el 06 de mayo, se instala en la Villa del Rosario de Cúcuta el Gran Congreso General de la Gran Colombia y  dos joyas más, que ilustran la galería de los grandes saqueadores de la humanidad, fascinados por la obtención de dinero fácil,  con una visión política cortoplacista y ánimo de lucro instantáneo, de la noche a la mañana, se convertirían en enconados detractores de quien los había  elevado  a las cumbres del poder. Dividen la unidad parlamentaria, fraccionan la revolución  y fundan un partido, a la postre anti bolivariano, que redactaría el acta de defunción de la Gran Colombia.

Santander y Castillo – Rada, aprovecharon la inexperiencia de Nariño y la ausencia del Libertador, para diseñar un modelo constitucional inviable, liberal y separatista. La magna mater de la Gran Colombia, por obra de estos dos señores  hizo un viraje de 180º, diametralmente opuesto al  concepto esencial de unidad del Estado Central delineado por el Libertador en Angostura. El texto fundamental llevó sello de la descentralización, el libre mercado, la derogación del sistema impositivo vigente, la ausencia de un espíritu de unidad interregional y la destrucción del aparato productivo existente que daba trabajo y manutención a millones de artesanos, agricultores y campesinos. El éxodo de los campos a las ciudades neogranadinas comenzó a configurar los cinturones de miseria urbana.

Cuando finalmente fue aprobada, después de meses de acaloradas discusiones, entre centralistas y federalistas, el 13 de octubre, en Bogotá, todas las iglesias llamaron a rebato y redoblaron los campanarios coloniales en señal de júbilo. Entonces Bolívar consciente del magno error proféticamente expresó a sus amigos:

…“estas campanas están doblando por Colombia”…

Mientras los hombres de acción libertaban un continente, los burócratas de siempre contribuían  definitivamente con sus descalabros económicos con la prematura muerte de la magna obra de Bolívar. Dilapidaron el erario público en beneficio propio. La hipocresía fue su  manual de supervivencia, amén de la habilidad en el cambio de antifaz, las extraordinarios técnicas  para adular al jefe y una agilidad proverbial intrigar  y moverse de un bando a otro cambiando de ideología como quien cambia de traje.  Bajo la sombra sembraban la discordia social, los odios raciales contra los llaneros venezolanos y supremacía de sus intereses personales.

Zea, Santander,  y  Castillo – Rada, se dedicaron a  engrosar las arcas de sus fortunas. Juntos hipotecaron el futuro de las nacientes naciones. La alucinación del comercio librecambista y la ignorancia supina sobre asuntos de Estado  entronizó el  tráfico ilimitado de mercancías extranjeras,  la malversación de fondos, el enriquecimiento ilícito, la defraudación del tesoro público y la mala praxis económico – administrativa.

Abrazaron el liberalismo como una religión de Estado. El Dios del mercado liberal no tenía nada que  ver con la libertad de los pueblos, sino con el libre tráfico de mercancías, la abolición de tributos  y extinción de los derechos aduanales que nutrían las desnutridas arcas del Estado. Caída la superestructura del  imperio español y eliminado Napoleón, la teología liberal   diseminó el veneno que fulminaría la economía de las recién independizadas naciones. Teología liberal que puso en el centro de todas las prioridades la libre circulación de productos importados, el endeudamiento ilimitado, la libre transferencia de capitales y los empréstitos engañosos que a la postre constituyeron la primera gran estafa bancaria cuya sombra obstaculizó el desarrollo intrínseco de los pueblos.

Este fue el primer fraude financiero del Nuevo Mundo que contó con la aquiescencia y aplausos de la oligarquía bogotana. Las consecuencias fueron  dramáticas para el proletariado manufacturero. La masa campesina, aquellos que ejercían las artes y oficios, los dueños y obreros de talleres que aportaban al torrente de la economía sus esfuerzos en la producción de  alimentos, bienes y servicios quedaron en la ruina. La religión  liberal pretendió arrebatar la corona al monarca español para ceñirla en sus cabezas como reyezuelos de una ópera bufa, con un guion de gastos estrafalarios. La lana y algodón barato inglés dejó a los trabajadores de telares en la calle. La barata harina de trigo norteamericana dejo a los campesinos sin nada que comer. Para colmo suspendieron hasta nuevo aviso el pago de sueldos militares. El Gran Congreso General y su Constitución entre líneas introdujo el germen de las discordias.  

Mientras la banca británica se beneficiaba con el oro, la plata, las perlas y metales venezolanos y las materias primas embargadas por los empréstitos, nuestros obrajes textiles de quito, los metalúrgicos de la Nueva Granada y Venezuela, los talleres de artes y oficios y la producción del campo quedaron paralizados. Tratando de poner coto a tales desmanes  Bolívar, Sucre, Urdaneta y algunos embajadores de naciones amigas alzaron su voz de protesta. Santander y su aparato de propaganda alentaba una guerra civil fratricida. Bolívar a la postre dio su vida para impedirla.  

En consecuencia, estos flagrantes empréstitos gestionados en 1821 por Zea y refrendados por Santander y Castillo-Rada, corrieron con la siguiente suerte:

a.- Ciento cincuenta (150) años después en diciembre de 1980 el gobierno ecuatoriano pagó la última cuota de abono a capital de la deuda contraída por Zea, Santander y Castillo Rada.

b.- El gobierno venezolano, logró pagar las últimas amortizaciones  al capital  de la centenaria deuda externa en el año de 1938, es decir 108 años después, bajo el gobierno del General Eleazar López Contreras.

c.- Colombia tras el descalabro económico causado por la deuda publica irresponsablemente adquirida por estos tres especuladores, todavía no ha logrado salir del laberinto de las guerras civiles, las reiteradas masacres de dirigentes obreros  y campesinos, políticamente organizados. Menos aún han cesado los magnicidios y asesinatos de sus líderes populares. Un largo vacío de dos siglos ha impedido al pueblo colombiano  construir un sistema de gobierno realmente popular y soberano. Hoy, la pequeña Colombia, se ha reducido a una gran fábrica de drogas custodiada por bases militares gringas para garantizar que la mercancía llegue a buen destino a los más de 269 millones de consumidores entre Estados Unidos y Europa (ver informe UNODC 2020).      

Ahora mismo están  soplando vientos centenarios que avivan la llama de la unidad de los pueblos del Sur. Como el Ave Fénix la Gran Colombia que Bolívar soñó renacerá de las cenizas. Y todos seremos hermanas y hermanos en la memoria de nuestros  libertadores. Las brisas de una nueva independencia están en marcha.

¡Rumbo a Carabobo 200! ¡Nosotros Venceremos!

ALEJANDRO CARRILLO


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