La vuelta a Miranda en tres revoluciones
Publicado: 14/07/2021 03:42 PM
Llama poderosamente
la atención el hecho de que por una causalidad histórica o una jugada
del destino Miranda falleció el 14 de Julio de 1816, fecha en la cual se
celebra el comienzo de la Revolución Francesa con la Toma de la Bastilla.
Parece así que la historia quiso rendirle un justo homenaje a este ilustre hijo de Caracas que se destacó en revoluciones
de tres continentes: fue consecutivamente soldado a las órdenes de la
revolución norteamericana, francesa y venezolana. Pero no hay olvidar que en la
brújula de su existencia toda su lucha y disciplinada vida estuvo orientada a
formar el Incanato o Colombeia, una gran nación desde el Mississippi hasta los
confines de la Tierra del Fuego en Argentina.
La vida de Miranda
orbitó en torno a estos tres eventos políticos que marcaron la historia de la
humanidad, pero en realidad fue el gran arquitecto de las Revoluciones de
Independencia de Sur América. Nació
en el zenit del siglo XVII, 28 de marzo de 1750. Etapa marcada por la piratería,
la depredación del Nuevo Mundo y las
guerras de desgaste entre el imperio inglés y francés. En medio de la competencia
por dominar el contrabando en el Mar Caribe, saquear ciudades costeras, asaltar
multimillonarios y lentos galeones españoles y adueñarse de sus tesoros, la
corona francesa colapsó e Inglaterra pierde sus preciadas 13 colonias norte americanas.
Los imperios siempre acaban exterminándose en la desastrosa calamidad de sus propias guerras
y corrupción.
El Imperio Español se
estaba agrietando y emergen las revoluciones burguesas. Por un lado, puritanos
anglosajones, con espíritu calvinista, impregnan al hecho político con sus
dogmas religiosos, y por el otro, frenéticos comerciantes - ingleses, franceses,
portugueses y holandeses - amantes del buen ron del Caribe, del contrabando de
Cacao y Tabaco, del tráfico de pieles, la extracción ilegal oro, perlas, diamantes y
plata, quieren invadir con sus mercancías las posesiones de España.
En Inglaterra,
avanzaba la mecanización de los
medios de producción. Los artesanos fueron absorbidos por las fábricas, los
labradores fueron despojados de sus tierras para dar pasto al ganado lanar. Las
ciudades inglesas se abarrotan de campesinos despojados de sus medios de vida.
Deambulaban en situación de miseria. Nació la clase obrera, desaparecen cientos
de miles de viviendas rurales y los
desplazados del campo se ven forzados a vivir hacinados en condiciones de
terrible insalubridad. Hasta veinte familias sobreviven bajo un mismo techo. La
maquinaria capitalista con su sed insaciable de materias primas somete a sus
pueblos a la esclavitud. Comenzaba la lucha de la clase proletaria sometida a agotadoras
jornadas de trabajo y salarios de hambre.
En medio de este
panorama, Miranda se destaca como una figura avasallante. Es el primer latinoamericano de dimensión histórica
mundial. En medio de escenarios de altísima conflictividad, de contradicciones
sociales absurdas y rupturas coloniales, tuvo primero que enfrentar la implacable
persecución de los espías de LA corona española. Luego de ser héroe de guerra
de la Revolución Francesa, debió defenderse de las acusaciones del ála más
fanática y radical del fanatismo jacobino; y, posteriormente al sistema
policial del temible Fouché y su
implacable red de espionaje. La
rivalidad entre ambos surgió a causa de una de las tantas viudas que dejó la
degollina en los tiempos del terror.
En ese periodo
finisecular ocurrió en Madrid la Conspiración de San Blas, cuyos
autores fueron a tener a las cárceles de la Guaira, en cuyas celdas se fundaron las logias masónicas que darían la
luz a la Conspiración de Gual y España. La ostentosa Corte de Madrid
apoltronada, recibía de sus colonias de ultramar ingresos por el orden de 20
millones de libras esterlinas mensuales. Esto sería hoy el equivalente a 2.2 billones de $USD/mes.
Estos eran usufructuados por una monarquía corrompida y una península
socialmente descompuesta con 10.541.221 habitantes, en su mayoría en situación
de pobreza. No obstante, estos ingresos
exorbitantes no eran suficientes para una monarquía cargada de deudas, con un
aparato burocrático insostenible, minado de nobles perezosos, que no producían
nada y que vivían del gasto dispendioso.
Solo por concepto del
tabaco de Barinas (el mejor del mundo) la Capitanía General de Venezuela
aportaba a las arcas madrileñas 5.000.000,oo de pesos el equivalente hoy a
207.142.875,oo de dólares al año. Nuestro oro colonial era el cacao, altamente
cotizado en Europa. Los cueros (caimán, reses y venado), ganado en pie,
caballos, mulas, quesos salados, tasajo, casabe y víveres eran objeto de
intercambio en todos los puertos de las Antillas. Venezuela era el granero y
potrero del Caribe.
España era un imperio
hipotecado de más de 20 millones de kilómetros cuadrados de extensión. Mucho antes de arribar a la Torre del Oro en
Sevilla, sus paquidérmicos galeones, cargados de oro, plata, cacao, café,
cueros, rones, azúcar, índigo y especies - si lograban escapar de la veloz y rapaz
piratería franco – inglesa-, ya estaban embargados por los banqueros para
subsanar a los prestamistas usureros de Génova, Alemania y Holanda, entre
otros.
Sobre estos cerros de
barras de metales preciosos y materias primas provenientes de latitudes
suramericanas el poeta Francisco de Quevedo escribe:
“Nacen
en las Indias honrados,
Donde
el mundo los acompaña,
Vienen
a morir a España,
Y
son en Génova enterrados
Poderoso
caballero…es Don dinero”
La corte española era
una vil intermediaria de los saqueos que realizaba en ultramar. Ya el conde de
Aranda, primer ministro de Carlos III había vaticinado la caída del vasto
imperio. La banca se lo tragaba todo. La Corte era una fábrica de pobreza y
humillación para las colonias.
Así, Francisco de
Miranda, con algunos de los 6.000
jesuitas, expulsados por Carlos III de sus dominios y regados por todo el
mundo, Miranda constituyó un formidable
ejército de intelectuales en favor de su proyecto. Esto con el propósito de
reivindicar las misiones jesuíticas guaraníes
del Paraguay. Proyecto comunitario aplastado
por una bula papal que suprimió a la orden religiosa y dispersó en la selva a los guaraníes perseguidos por
los contrabandistas y tratantes de
esclavos portugueses.
Miranda era, además
de diplomático, matemático, estratega, poliglota y músico, un grafómano
empedernido y sin querer ni pretenderlo fue una bestia literaria que tomaba nota de todo y página por página
escribió y describió personajes, pueblos, ciudades, puertos, mercados, procesos
políticos y revoluciones. Sus archivos y diario “Colombeia” constan de 63 volúmenes y más de 50.000 páginas manuscritas contentivos de
todo su caudal literario. Su biblioteca de más de setenta y tres mil libros
contenía colecciones de mapas, planos, documentos de Estado, esculturas y obras
de arte. En una oportunidad dio su biblioteca en prenda, como garantía para su expedición
libertadora a Venezuela. Él era en sí mismo un operador logístico incansable y
a su vez una fábrica de ideas, conceptos, proyectos y revoluciones en favor de
su patria. De ahí la importancia de sus archivos y su minuciosa labor como
cronista y relator de la historia de su tiempo.
Con rigor científico y disciplina militar paso
décadas preparando, en secreto. el plan maestro para la conformación de una
gran nación latinoamericana. Convirtió
cada instancia de poder, cada corte, cada gobierno que visitó en aliados
estratégicos para el apoyo a la causa suramericana. Solo así pudo mover todos los hilos para
coordinar de norte a sur todos los grandes eventos y personajes que lo
sucedieron en su lucha contra el absolutismo borbónico y sus tentáculos
parasitarios en las colonias.
Su prestigio lo hacían una leyenda viviente,
tenía nexos de poder con todos los grandes mandatarios del Europa, quienes lo
llamaban: “la más gloriosa víctima de la inquisición y superstición española”.
Sin embargo, Don
Quijote de Miranda, se estrelló contra
los godos y mantuanos criollos de
Caracas. Parte de la Junta Suprema de
1810, los defensores de los derechos de Fernando VII, no autorizaron su
desembarco de regreso al Puerto de la Guaira. Lo acusaban de ateo e
hispanófobo, no le perdonaron los altos grados obtenidos en los campos de
Francia y Estados Unidos. Una multitud del pueblo fue la que lo traslado hasta
Caracas por el antiguo camino de los españoles.
Quien había escapado
milagrosamente ileso de los tribunales jacobinos gracias a su brillante
discurso, ahora se tropezaba con una caterva de mantuanos caraqueños que no le
perdonaban sus triunfos y carismática trayectoria en los principales centros de
poder europeos. Quien había prescindido de abogados para evitar que rodara su
cabeza ante la guillotina de Paris, ahora se enfrentaba a la envidia de sus
coterráneos que lo veían con ojos de cadalso.
Había salido de
Caracas a los veintiún años de edad marcado por el conflicto suscitado por
Condes y Marqueses criollos en contra de
su padre. Esta clase ociosa y parasitaria se afincaba en las prerrogativas de
su linaje y su carácter exclusivo. Consideraban los trabajos manuales y el
comercio como oficios viles e innobles. Era contrarios al ascenso social
de los laboriosos isleños que
hacían cuantiosa fortuna mientras ellos
fustigaban con el látigo a sus esclavos.
En su contra también obró el
fenómeno telúrico de más alta intensidad que haya registrado Venezuela:
el terremoto del 26 de marzo de 1812. Caracas queda ruinas a Caracas, son miles
de muertos. A esto se sumó el cataclismo militar de la caída de Puerto Cabello,
la traición del Marqués de Casa León y
la complicidad del Gobernador de la Guaira, Manuel Vicente de las Casas quien entrega
el puerto donde esta Miranda. Adicionalmente Miranda confiado decidió pernoctar
en tierra firme en vez de abordar el buque inglés Zafiro que lo esperaba
para zarpar. Esta sucesión de catástrofes ponen punto final a la Primera
República y marcan de antemano el ocaso del Generalísimo Francisco Miranda,
quien fallece prisionero cuatro años después en la prisión de la Carraca.
Así todos los días
marcha entre nosotros, como un símbolo viviente, el victorioso Mariscal de
Campo de la batalla de Valmy, el héroe de
Pensacola, el co-fundador de la Sociedad Patriótica de Venezuela, el
motor de la independencia suramericana, y el generalísimo de nuestros
ejércitos. Nos señala con su espada el camino de la lucha necesaria para
estrechar lazos por la unidad de todos
los pueblos hermanos del mundo.
Pertenece a Miranda
esta frase del Himno Nacional:
¡Unida con lazos, unida con lazos que el cielo formó! ¡La
América toda existe en nación!