¡No hay tu tía! Documentos históricos revelan que el joropo es de Venezuela
Foto internet
Publicado: 16/03/2021 08:59 AM
Campo adentro, en algunos pueblos de Lara y de Trujillo, cuando alguna persona no coge el son, se escucha decir, entre murmullos y risas traviesas: “Quería bailar tangos, y le salieron con el joropo venezolano y, ¡qué va!, no arrancó: se quedó como pegada”. Esta expresión criolla recoge un momento genuino de la experiencia del joropo en nuestro país y su dimensión vinculante con una fiesta comunitaria, en esencia campesina y profundamente venezolana.
Al principio, el “joropo” no se consideraba una forma musical, sino que era una acepción para describir una fiesta. Todavía, en algunas partes del Llano venezolano, se dice: “Esta noche, vamos a montar un joropo”; en otros sitios, le dicen ‘parrando’, inclusive. Ambos términos actúan como sinónimos. En esos encuentros, se toca y se baila una música, pero no, necesariamente, la misma música. Esta depende de las regiones donde se monta ese joropo.
Lo primero a saber sobre el joropo es que, quizá, su forma más antigua, según fuentes históricas, la conseguimos en el oriente del país. Hay una palabra que se utiliza para la música que se toca en los joropos: “fandango”. El fandango es una especie de canto de ida y vuelta. Nace en América, como un cántico de raíces africanas, en tiempos de la Colonia, que se va para España y regresa al territorio latinoamericano.
En el libro Ensayo sobre el Arte en Venezuela, de Ramón de la Plaza, editado en el centenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar, se expone una serie de aires o melodías nacionales recopiladas a lo largo del siglo XIX, pero que datan, en su mayoría, del siglo XVIII. Una de esas melodías se categoriza como “fandango redondo”. Ese fandango redondo que está allí, probablemente, es el joropo más antiguo que se preserva en el país.
El fandango se hizo joropo en la patria de Bolívar. El reconocido científico venezolano Lisandro Alvarado recoge, en su Glosario de voces indígenas de Venezuela, la economía del desprecio —promovida por élites— que surge ante esta música popular, de arrabal. Este historiador tocuyano cita la Ordenanza de 1749, referida por J. J. Churión, en El joropo o el jarabe venezolano: “En algunas villas y lugares desta Capitanía General de Venezuela se acostumbra un bayle que denominan ‘xoropo escobillao’ que, por sus extremosos movimientos, desplantes, taconeos y otras suciedades que lo infaman, ha sido mal visto por algunas personas de seso”. También registra una descripción de Leonte Olivo, en Flor de la sierra: “Era (la música) un joropo y sugería olor a monte”. Este ejercicio de sistematización pone de manifiesto una expresión cultural comunitaria rural intensa, que se convierte en una de las mayores exponentes de un espíritu común, en su plenitud semántica, de resistencia, rebeldía, insistencia y (re)creación del pueblo venezolano trabajador de la tierra.
El musicólogo e investigador caraqueño Ignacio Barreto, tras indagar sobre el joropo, señala que este es un encuentro, que forma parte del ciclo productivo y capta la energía de las labores de arreo y de cosecha. “Después de que se terminaban las jornadas de trabajo agropecuario, empezaba el joropo. Una expresión cultural, totalmente vinculada a las formas de producción comunitarias tradicionales venezolanas y a las formas de vivir en las comunidades campesinas en Venezuela”.
El significado de la palabra “joropo” está en consonancia con esa tradición mencionada. Hay muchas versiones, pero la más reconocida apunta que la palabra joropo proviene de la voz árabe xorop ‘jarabe’, en la acepción genérica de baile.
Un baile que arranca al ritmo de un sonoro joropo. Hay distintos tipos de joropo. Ignacio aclara que estos son formas musicales con instrumentaciones y giros armónicos distintos, aunque “el cuatro lo vamos a ver en todos los joropos, menos en el joropo central”.
En su descripción musical, Ignacio no pierde detalle: “Hay joropo en Bolívar; en los estados centrales, en los Llanos; en Lara, en Mérida. En el grupo oriental, se utilizan la tambora, la maraca, la bandola y el cuatro. En Güiria, por ejemplo, se combina con la cuereta o acordeón. ¡Tú lo escuchas, y tiene familiaridad con el vallenato colombiano! En los estados centrales, destacan arpa, maraca y buche (arpa, maraca y canto); allí, generalmente, el cantante es el encargado de tocar la maraca; es decir: solo son dos personas. El golpe central, al igual que el aragüeño, tiene una revuelta, con varios movimientos. En Lara, tenemos el golpe, que reúne una batería de cuatros, percusión y maraca; esta percusión recurre a la tambora y al pandero. En Mérida, se halla el joropo caracoleado; en Cojedes, el jorconeado. En los Llanos, se toca con arpa, maraca, cuatro y la bandola. La bandola era la que, originalmente, acompañaba el joropo: el arpa vino después”.
El joropo de oriente, vale repetirlo, mantiene el instrumento que vino de España, introducido por los árabes: el laúd. Para ser precisos, la bandola oriental tiene cuatro órdenes dobles; es decir: cuatro cuerdas dobles. Ambas parejas de cuerdas llegan con el joropo, al centro de Venezuela, pero con otra sonoridad; luego, bajan a los Llanos, y se transforman en cuatro órdenes simples.
Hay distintas formas del joropo llanero, las cuales se diferencian unas de otras, por su estructura armónica; a saber: el zumba que zumba, el pajarillo, la periquera, la quirpa, el gabán, el carnaval, el gavilán. Con base en esas formas, las personas cantantes van improvisando y van creando letras. Todo un saber que se aprende en la tradición oral.
Pero, ¿cuál es la ciencia del joropo? Es una danza de ritmo ternario con combinación de binario. Hablando en términos de compases, es una mixtura de 3/4 y 6/8. A veces, la melodía está en 6/8; y el acompañamiento, en 3/4. Esta es una combinación muy interesante y sabrosa, propia de los ritmos africanos, pero también de los ritmos árabes. Debemos recordar que nosotros, los venezolanos y las venezolanas, la raíz africana la tenemos por partida doble: por los españoles, que eran árabes (africanos); y por los negros que fueron esclavizados, en suelo venezolano, durante la Colonia. Por tanto, el joropo no solo trae la alegría de África y América, sino también la historia de explotación de cuerpos e intelectos de una población que sostuvo la economía, en nuestro país, en ese período colonial.
Es así como vivimos el joropo, en Venezuela, desde un espacio de convivencia y creación colectiva, vinculado al cultivo de la tierra y demás labores, para asegurar el sustento del pueblo. Por eso, en el año 2012, el joropo fue declarado una fiesta nacional y, en 2014, Patrimonio Cultural de la Nación.
Pero, ¿eso es todo? Si el joropo es venezolano, ¿cómo llegó a Colombia? En los años 50 del siglo XX, hay un músico venezolano, de origen central que, después, se crio en Guárico, que empieza a escribir una serie de joropos para ser grabados, no para las fiestas comunitarias, sino para fines comerciales. Juan Vicente Torrealba. El joropo de este venezolano llegó a los Llanos colombianos, a través de la radio. El joropo que llegó a Colombia —tal como relata Ignacio— es una variación comercial, hecha con arpa, cuatro y maraca. El pueblo neogranadino creó los festivales, fundamentalmente en Arauca y Villavicencio, de este joropo comercial, y convirtieron este baile en una mercancía. Allí empieza a desarrollarse un tipo de joropo de exhibición, que algunos denominan “el aporte de Colombia a la evolución del joropo”. Este es un joropo más malabarista, con repiques acelerados, que establece una ruptura con el ritmo original, caracterizado por el disfrute pausado, de cercanía para enamorar o encontrarse. Incluso, en esta versión, las bailarinas usan tutús, que no son la falda tradicional de las fiestas campesinas en nuestro país.
A diferencia de Colombia, en Venezuela el joropo es una expresión cultural que se desarrolla en todo el territorio nacional. Ignacio insiste en la importancia de completar los expedientes históricos, con rigurosidad, para fortalecer la lucha por la identidad de una fiesta comunitaria —patrimonio inmaterial del pueblo venezolano, que compartimos con la humanidad—, cuya esencia ha sido desvirtuada y ha degenerado, en algunos casos, en un producto comercial.
La identidad, la soberanía y el lenguaje que somos es el fundamento de esta investigación en musicología e historia expuesta por Ignacio Barreto. A la hora de defender el joropo, la patria, debemos hacerlo sintiéndonos orgullosos de nuestro pasado, que no solo es un pasado de libertadores, sino también un pasado de creadores, con una vida en comunidad marcada por la solidaridad, la conciencia y la alegría.
CIUDAD CARACAS