Opinión: El presidente 2.0
Publicado: 01/02/2019 08:34 AM
Desde Caracas
El 30 de enero fue la confirmación del terreno inédito en el
cual se encuentra Venezuela: cámaras de todo el mundo en busca del “presidente
interino Guaidó”, una ciudad que debía desbordar de apoyo para hacer valer su
deseo de que el “nuevo presidente” esté donde deba estar, es decir, en el
Palacio de Miraflores. La realidad fue nuevamente desconcertante para quienes
sostienen esa idea, fueron puñados –literalmente– de manifestantes, y una
aparición escueta de Guaidó rodeado de unas cincuenta personas. Los periodistas
de los grandes medios se miraban sin entender.
¿Eso es todo? Solo pudieron realizar planos cortos.
En cambió Guaidó escribió en su Twitter: “Hoy #30Ene los
venezolanos salimos nuevamente a alzar nuestra voz, a reencontrarnos en las
calles y demostrar que podemos cambiar el país”. Más temprano había agradecido la llamada que
le había realizado Donald Trump, quien, a su vez, había tuiteado para celebrar
la movilización masiva de ayer.
La distancia entre la construcción internacional, de redes
sociales, con lo que se vive en el país es inmensa. No sucede lo que debería
suceder pasada una semana de la autoproclamación. Guaidó sigue sin territorio,
sin poder mandar sobre nadie, sin ser reconocido internamente ni despertar el
apoyo que debería, y más cerca del ridículo que del poder. La expresión
venezolana para calificarlo sería “pote de humo”.
Sin embargo, este mismo 30 de enero el Parlamento Europeo
avanzó en su desconocimiento de Nicolás Maduro, al afirmar a través de Antonio
Tajani, que Guaidó pasó a ser “el único interlocutor”, y que a partir de hoy
será reconocido como presidente. Junto a eso los salones diplomáticos
continuaron su avance golpista, con la reunión de Julio Borges, diputado
prófugo, con varios senadores en Estados Unidos. Borges asumirá la
representación del “gobierno de Guaidó” ante el Grupo de Lima.
El destiempo se agranda. Cualquier persona que recorra
Caracas con sentido común y honestidad no podría afirmar que está en un país
quebrado donde una parte ha decidido avanzar en nombrar un nuevo presidente, y
que ese gobierno tiene pie en alguna parte.
Esta situación indica dos puntos centrales. En primer lugar,
corrobora que la construcción de Guaidó ha sido armada desde el inicio desde el
exterior a través de una potente operación comunicacional y política. No se
deben buscar respuestas, por ahora, en el plano nacional para comprender qué
está por venir. Los pocos anuncios que ha hecho Guaidó han sido para lo internacional:
nombrar representantes en diferentes países, recibir llamados desde los Estados
Unidos, anunciar que se preparan para hacer ingresar la ayuda humanitaria.
Esto significa que el plan, y las hipótesis de lo que pueda
estar por venir deben buscarse en los pasillos de la Casa Blanca. Cada día
refuerza más esa tesis. La decisión y la conducción están afuera. ¿Cómo llegó
la derecha a esta situación? Sería necesario realizar un análisis de los
últimos años, su cúmulo de fracasos políticos, así como matrices
político/culturales que provienen de décadas y siglos. Por otro lado, analizar
la política actual de los EE.UU. respecto de América latina, su necesidad de
construir un control sin fisuras con gobiernos como el de Mauricio Macri o Iván
Duque, en un contexto de disputas geopolíticas que tienen su correlato en el
continente, centralmente en las inversiones. En segundo lugar, que el cuadro
nacional presenta una alta inestabilidad. El enfriamiento de la calle que
siguió al 23 de enero no significa que no puedan retomar una serie de acciones.
Lo más probable es que lo hagan cuando llegue la orden. Será a través de dos
dimensiones.
Uno, a través de su base social más activa, con la cual la
derecha mantiene un pacto peligroso: solo logra convocarla para acciones que
impliquen sacar a Nicolás Maduro del Palacio de Miraflores. Lo demás genera
silbidos, rechazos, falta de participación. Han creado un apoyo que solo
responde a los llamados golpistas. Lo saben, y es parte la negociación que
tiene Guaidó con su la expectativa que ha creado y las lógicas construidas
durante años.
Dos, a través de la activación de los grupos armados en los
barrios populares. Según las investigaciones realizadas en los mismos
territorios y las fuentes oficiales, se sabe que el precio por persona por
noche para salir a armar un foco de violencia es de 30 dólares. Eso en el caso
de las zonas donde se trata de generar un apoyo popular, un levantamiento que
hasta el momento no se ha dado en ningún sitio, y explotar las pocas imágenes
con una gran capacidad a través de las redes sociales. Un foco breve convertido
en tendencia de Twitter tiene un alto impacto en la base social que busca
convocar Guaidó.
En cambio, en otros territorios, donde el objetivo fue
confrontar de manera armada con las fuerzas de seguridad del Estado –con
granadas, armas cortas y largas– el precio fue aproximadamente 50 mil dólares,
repartidos luego al interior de la banda contratada.
Esos escenarios podrían regresar en el momento en que la
derecha plantee activarlos –no significa que tengan éxito–. La violencia es
parte integral del esquema de asedio y asalto. Para comprender cómo la calibran
parece necesario enlazarlas con los tiempos planteados para lograr el objetivo.
El peligro de la derecha puede ser desgastar a su base social, a la vez que
puede serlo un enfriamiento producto de la falta de llamados claros y de una
inconsistencia sostenida de Guaidó si continúa sin tener nada nuevo que decir.
En ese contexto resulta contrastante la posición conjunta de
los gobiernos de México y Uruguay que decidieron convocar a una reunión
internacional para el 7 de febrero para abordar el tema Venezuela. El diálogo
parece ser la única manera de desactivar la situación explosiva que está en
pleno elevamiento, con la complicidad activa de gobiernos, grandes medios de
comunicación y fuerzas subterráneas. ¿Si no qué? Maduro no renunciará. ¿La
guerra abierta con mercenarios paramilitares?
Quienes conducen el conflicto contra Venezuela se acercan a límites peligrosos. Guaidó, el primer presidente 2.0, una ficción real, parece un peón en un esquema que lo ha puesto en ese lugar.
MARCO TERUGGI