Simón Rodríguez: El primer socialista de América Latina

Bolívar lo llamaba y con razón “el Sócrates de Caracas”
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Publicado: 28/02/2019 04:01 PM

La historia de las ideas  tiene en  América Latina del siglo XIX  a uno de  sus más grandes exponente en el genio y figura de Simón Rodríguez.

Venezuela era el frente geográfico más amplio de la cara norte  continental sudamericana, la orilla olvidada y pobre  del imperio español, y en consecuencia  paso no vigilado para textos e influencias revolucionarias de la época.

Las oficinas del Santo Oficio y sus severos sacerdotes de la Inquisición tenían sede en los virreinatos de Santa Fe de Bogotá, Quito, Perú y México, donde administraban justicia rigurosa en nombre de Dios.  Eso permitía que la nobleza criolla caraqueña leyera sin tanta censura  los textos que en los grandes centros de poder virreinal  eran incinerados en plaza pública y sus autores o lectores sometidos a severos juicios, cuando no a la hoguera.

Es así que el maestro Simón Rodríguez abre los ojos al mundo en un ambiente cargado de libros proscritos, y el a su vez es quien le abre las  puertas del pensamiento de la ilustración a su alumno el futuro Libertador. Los textos de Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Humboldt, Locke, Cervantes, Tomás Moro, Maquiavelo,  Homero, Tácito, Salustio, etc., se  leían a viva voz en las clases que impartía  al aire libre   caminando en el entorno de la naturaleza viva del Valle de Caracas. De hecho los libros de cabecera que acompañaron al Libertador hasta sus últimos días fueron de esos autores que el maestro  sembró en el alma de su  pequeño  tocayo.

Una buena parte de su obra se perdió en un incendio en Guayaquil, solo se salvaron algunos folletos, libros, ensayos científicos y artículos de prensa que publicó ya en edad madura entre 1828 – 1851.

La poca obra se salvó  de las llamas es una verdadera constelación de conceptos  propios de un filósofo dialéctico que usa para sí mismo el rigor de la metodología científica.

Fue un espartano tanto en su manera de vivir como de pensar. Siempre estuvo acosado por críticos y detractores. Estoico en su forma de enfrentar la realidad,  adversidad y las traiciones. Austero administrador de la palabra. Era capaz de decir en una sentencia lo que muchos demoran en decir en varios libros. Poseía una capacidad de síntesis extraordinaria.

Estuvo en Europa durante más veinte años. En  1805 hace el  recorrido a pie con Simón  Bolívar desde París hasta Roma presenciando  el juramento del Monte Sacro. Vivió en Francia, Inglaterra, Austria, Prusia, Alemania, Polonia, Italia, Portugal y Rusia; donde se desempeñó como maestro de educación primaria, abrió escuelas, trabajo en laboratorios de química y asistió a reuniones secretas de carácter socialista.

En sus libros todo es afirmación suya, deducción suya, todo descubrimiento o anticipación es suya. No hay citas, ni latinazos, ni galicismos, ni anglicismos, ni frases rebuscadas, nada de citas de clásicos de la antigüedad (y se los leyó todos). Su obra está  llena de pensamientos suyos  salpicados de ironía porque  todo en él es original, 100% propio.

Es por ello que Bolívar lo llamaba y con razón “el Sócrates de Caracas” y en verdad su maestro aparte de ser  un filósofo consumado era un cultor de la buena lectura, la  sardónica risa,  la tolerancia y la sagacidad.   Para hacerse irrefutable nunca acudió a la ofensa pero si las  sutilezas causticas.

Ya en el ocaso de la vida de  Bolívar le correspondió  asumir el inusitado papel de su abogado defensor, tal como Voltaire lo hizo con los débiles jurídicos y las causas pérdidas. En su defensa escribió ciento sesenta páginas de “El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la Causa Social”. Esto manifiesto de carácter socialista es  un libelo perfectamente redactado por el mejor de los juristas. Reivindicó la trascendencia de la obra y lucha de su alumno  cuando su fama estaba en el apogeo de la impopularidad. Echo el resto en favor de quien había libertado cinco naciones  y en contra de quienes  con tanta  ira y agresividad lo condenaron al ostracismo y a la muerte moral.

Era  doce años mayor que Bolívar y lo sobrevivió veinticuatro, suficientes para avanzar ideológicamente del pensamiento ilustrado del siglo XVIII a la fase del socialismo  naciente del siglo XIX. Fue un radical en cuanto a la concepción revolucionaria de la teoría y praxis educativa. La educación como arma de transformación social.  Su modelo está hecho para ser y formar agentes de cambio social.

Nació en Caracas el 28 de octubre de  1769,  y murió en Amotape – Norte del Perú, a los 84 años de edad, un día como hoy 28 de febrero de 1854.

ALEJANDRO CARRILLO

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