Simón Rodríguez: Padre de la enseñanza revolucionaria (+siembra)

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Simón Rodríguez solía decir: "No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces en un solo lugar; sino al viento, al agua, al sol, a todas esas cosas que marchan sin cesar"
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Publicado: 28/02/2024 08:00 AM

Han pasado 170 años de aquel 28 de febrero de 1854, cuando el pueblo de San Nicolás de Amotape, en Perú, fue testigo de la siembra e inmortalización de uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo, el maestro venezolano Simón Rodríguez, tutor y mentor de El Libertador Simón Bolívar.

Nacido en Caracas el 28 de octubre de 1769, Simón Rodríguez abrió a Bolívar los horizontes del pensamiento libertario, y su obra educativa, junto con el análisis de la realidad latinoamericana de su época se cuentan entre los primeros intentos de reivindicar la especificidad cultural de nuestros países en los proyectos sociopolíticos. 

Desarrolló una revolucionaria concepción de lo que debía ser el modelo educativo de las naciones americanas. En 1824, el mismo Bolívar, en carta al general Santander, decía que su maestro "enseñaba divirtiendo".

Este espíritu, que intentaba romper con las rígidas costumbres educativas del colonialismo español, se reflejaría en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.

Su participación en la conspiración de Gual y España, descubierta en julio de 1797, en contra de la corona española lo obligó a renunciar a su cargo de maestro y huir del territorio venezolano, con 27 años.

En 1797, en Jamaica, cambió su nombre a Samuel Robinsón. Después de permanecer algunos años en los Estados Unidos, en 1801 viajó a Francia. En 1804, con 34 años, se encontró en París con Bolívar.

Juntos parten en marzo de 1805, a un viaje que los lleva a Lyon y Chambery para luego atravesar los Alpes y entrar en Italia: Milán. El 15 de agosto de ese mismo año, suben al Monte Sacro, en Roma, y Rodríguez recoge para la posteridad el juramento que allí su discípulo hace: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor; y juro por mi patria; que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".

Simón Rodríguez solía decir: "No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces en un solo lugar; sino al viento, al agua, al sol, a todas esas cosas que marchan sin cesar". En los años finales de su vida, Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra a causa de un incendio que devastó a buena parte de la ciudad. En 1853, emprende un nuevo viaje al Perú, acompañado por su hijo José y su amigo Camilo Gómez, quien lo asistirá en el momento de su muerte.

 Setenta años después, sus restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a Caracas, ciudad natal, donde reposan en el Panteón Nacional.

REDACCIÓN MAZO

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