... A 200 años de Las Queseras del Medio
Publicado: 02/04/2019 11:12 AM
La misma
determinación que tuvo el pueblo ruso al incendiar Moscú en 1812 para retirarse
y entregar al ejército invasor a las
inclemencias del invierno, la tuvo el heroico pueblo de San Fernando de Apure
en 1819 al incinerar hasta las cenizas
su ciudad para evitar que las fuerzas
realistas de Morillo tuvieran una base de operaciones y suministros para sus
tropas. La estrategia consistió en
atraer al ejército español, llano adentro, hasta el desierto de Caribén para
debilitarlo en acciones de guerrillas, emboscadas y un final enfrentamiento.
Simón Bolívar estaba
abrazado por el sagrado fuego revolucionario
que significó la instalación del gran Congreso de Angostura, el
lanzamiento del Correo del Orinoco, la redacción de su magnífico discurso y el
diseño político de la nueva nación
suramericana. Semanas antes estuvo presente en Apure dotando a Páez de
un ejército considerable luego de haberlo ascendido a General de división tras
congelar un acta auspiciada por el
oficial inglés Wilson y otros que influían sobre la ambición personalista del recién
ascendido.
Días después Bolívar parte de Angostura remontando en bongo al majestuoso Orinoco para darle frente a
Morillo que había bajado de Calabozo a destruir el ejército de los
independentistas que lideraba José Antonio Páez. El lancero de los llanos
contaba con 4000 efectivos, la gran mayoría reclutas sin experiencia, comerciantes, peones de hacienda, civiles y hasta sacerdotes.
Como Presidente Constitucional y comandante Supremo
de las fuerzas armadas, Bolívar supo estimar bien las acciones de Francisco Aramendi, el más intrépido jinete y la primera lanza de
Apure. Este notable lancero pudo penetrar en Caujaral hasta el campamento
realista y realizar detenidamente una inspección del mismo; retirándose en buen
orden al verse atacado por un contingente superior.
Igualmente Bolívar valoró las acciones de permanente acecho de Páez
quien a una distancia de tiro de fusil hostigaba y provocaba al ejército de
Morillo increpándolo muchas veces a batalla para intempestivamente darse a la fuga por estrechas picas rodeadas
de trampas de fango donde perecían los efectivos de la caballería española.
Por último valoró la
geografía. Las verdes sabanas apureñas que servían de teatro de operaciones,
superficialmente alfombradas de espeso pasto,
eran terrenos quebrados y
aparentemente sólidos que debajo escondían pantanales propios de la topografía
de morichales. Cuando la muy bien equipada y entrenada caballería de su
majestad se internaba a perseguir a las fieras descalzas y mal vestidas
patriotas quedaban inexorablemente atorados, sino extraviados, en esos
laberintos y charcales.
Igualmente Páez
después de prender candela a San
Fernando fue paulatinamente quemando todos los forrajes en su retirada hasta el
Arauca, arreando consigo todas las reses que pastoreaban a su paso. El General
Morillo, flamante vencedor de las tropas napoleónicas en su lejana España,
vivió en carne propia la misma receta
de guerra de guerrillas que aplicó y lo
hicieron vencedor en ese entonces.
El 27 de marzo Bolívar consideró el momento de dar batalla
en La Gamarra, hato situado a la
izquierda del río apurito, pero tres circunstancias desfavorecieron esta acción
militar:
-Los guías o
baqueanos que orientaban al batallón Rifles huyeron al primer disparo quedando
su comandante y tropa al desamparo.
-Los soldados
que componían ese cuerpo de tropa,
principalmente indios oriundos de esa zona,
no eran duchos en el manejo de las armas de fuego.
- Por último el
General Páez cayó de su caballo durante la acción con un ataque de epilepsia
tal como ocurriría, dos años
después, en la Batalla de Carabobo.
En medio de las
reiteradas acciones de despliegue y repliegue de las tropas patriotas, el General
Morillo ve la ansiada posibilidad de una batalla campal a cielo abierto que era
el escenario buscado para un eventual victoria española, contaba con 5000
soldados de infantería y 2000 jinetes de caballería.
El día 2 de abril de
2019 Bolívar ordenó a Páez iniciar operaciones de acechanza contra el ejército
realista, para ello el centauro seleccionó 155 de sus mejores jinetes y
lanceros entre cuyos componentes destellaba ya la lanza del Teniente Coronel
Juan José Rondón quien dio un vuelco definitivo en la marcha y contramarcha
repentina que se avecinaba.
El factor sorpresa
era parte de la táctica diseñada y todos estaban de acuerdo. Una vez más se
acercarían a tiro de fusil, provocarían, darían rienda suelta a la gran centena y media de lanceros alzando el huracán
de la polvareda como señuelo de un ejército
en ataque definitivo.
Era ya el final de la
tarde y sin duda una operación suicida.
Se lanzaron a la corriente del río Arauca para alcanzar la otra orilla donde a
distancia estaba esperando Morillo su formal batalla, este ordenó avanzar un
contingente de 1200 efectivos entre
infantería y caballería para la ofensiva... mordió el anzuelo.
Los 155 patriotas a
caballo se dividieron en tres columnas que frontalmente se abalanzaron contra
los más de 1200 efectivos de infantería y caballería que Morillo ordenó avanzar a trote de ofensiva.
Bolívar y el grueso de sus tropas esperaban detrás.
Casi rozándole las narices a su contendor, José
Antonio Páez dio órdenes al teniente coronel Juan José Rondón para que cargase
a viva lanza con veinte de sus lanceros y se retirase de ipso facto para que
los españoles formando una sola masa avanzaran en formación.
Comenzó así la
persecución de los realistas contra nuestros lanceros y ya casi a la orilla del
Arauca sobrevino el grito de ¡VUELVAN CARAS CARAJO!
Las espuelas se clavaron en seco en los costillares de 155
rocinantes, se tasco el freno de la pretendida huida para embestir en contra-ataque a la
caballería realista comandada por Narciso López.
La confusión de la
caballería realista causó tal impresión
y desconcierto que despavoridos
retrocedieron. Jinetes y caballos fueron lanceados, atropellando en su estampida a su propia
infantería. Más de 400 soldados realistas quedaron fulminados sobre la sabana,
Morillo monto casco en polvorosa.
La noche puso fin a
la batalla. Al día siguiente Bolívar elevó a
los 155 lanceros al rango de
héroes nacionales al otorgarle la Cruz de los Libertadores leyendo la
correspondiente proclama:
¡Soldados!
Acabáis de ejecutar
la proeza más extraordinaria que puede celebrar la historia militar de las
naciones. Ciento cincuenta hombres, mejor diré ciento cincuenta héroes, guiados
por el impertérrito General Páez, de propósito deliberado han atacado de frente
a todo el ejército español de Morillo. Artillería, infantería, caballería, nada
ha bastado al enemigo para defenderse de los ciento cincuenta compañeros
del intrepidísimo Páez. Las columnas de caballería han sucumbido al
golpe de nuestras lanzas, la infantería ha buscado asilo en el bosque; los
fuegos de sus cañones han cesado delante de los pechos de nuestros caballos.
Solo las tinieblas habrían preservado a ese ejército de viles tiranos de una
completa y absoluta destrucción.
¡Soldados! Lo que habéis hecho no es más que un preludio de lo que podéis hacer. Preparaos para el combate, y contad con la victoria que lleváis en la punta de vuestras lanzas y vuestras bayonetas.
(Cuartel General en
los Potreritos Marrereños, a 3 de abril de 1819)
Simón
Bolívar
¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA, VENCEREMOS!
ALEJANDRO CARRILLO GARCÍA