Antonio Lauro: Punta de lanza de la identidad venezolana
Publicado: 03/08/2021 05:25 PM
Alejo Carpentier,
autor de “Los pasos perdidos” y “El
siglo de las Luces”, revolucionario escritor y musicólogo, después de
vivir 14 años en Venezuela y frecuentar la amistad del maestro Vicente Emilio
Sojo y sus condiscípulos Antonio Lauro, Juan Bautista Plaza, Antonio Esteves,
Evencio Castellanos, Moisés Moleiro, Freddy Reyna, Inocente Carreño y Teo
Capriles, entre otros, catalogó nuestra riqueza étnica y biodiversidad cultural
como únicas, identificándolas con lo “Real Maravilloso”. Al respecto dijo, en buen tono y acento cubano:
“La mejor música
latino americana se hace y pertenece a Venezuela, lo demás es sonsonete”
Y esto se reafirma en
el caso de Antonio lauro. En este mismo instante en que usted lee estas líneas,
en los cinco continentes, las partituras de Antonio Lauro están dispuestas en
el atril de cientos de estudiantes que descifran las notas impresas en el
pentagrama para interpretar al más universal de nuestros genios musicales. A esta
misma hora, en todos los conservatorios y escuelas de música del mundo,
emisoras de radio, canales de you-tube y solitarios cuartos de estudio, las composiciones de este gigante de la
música llenan la atmósfera con el compás
de ¾ de sus originales valses para guitarra clásica.
La mujer fue el leif motiv que predomino como inspiración ideal en la mayoría sus
valses: Natalia (Vals nro 3), María Luisa, Petronila, La Negra, Andreina,
María Carolina, Tatiana, son los nombres de aquella su esposa, hija,
nieta o fémina que lo inspira. A su entrañable amigo Alirio Díaz dedica el vals
Carora,
a su ciudad natal dedica el vals Angostura, a la naturaleza
espléndida dedica el plácido y exquisito vals Yacambú; a las regiones: El
Marabino, El Totumo de Guarenas. Estando en la cárcel, por motivo de
sus convicciones políticas, compone la Suite Venezolana y Sonata. Para la
obtención de su grado como maestro compositor compone la Suite Cantaclaro versada
en la obra del mismo título del maestro Rómulo Gallegos.
Pero más allá de sus valses
venezolanos, Antonio Lauro es infinitamente popular por su adaptación del “Seis
por Derecho”, transportando de las 32 cuerdas de la llanerísima arpa
venezolana, todo el poderoso torrente del joropo, a las seis cuerdas de la
guitarra. Todo un compendio de mágica síntesis de la fuga y el contrapunto
nacional, cuyo grado de dificultad requiere de suma destreza y virtuosismo en
la ejecución. El realismo maravilloso de nuestras llanuras atrapadas en esa
caja mágica de sonoridad indescriptible: la Guitarra de Lauro.
Gracias a las
interpretaciones de concertistas de la talla de Andrés Segovia, John Williams y
Alirio Díaz sus valses han sido ovacionados en todas las salas de concierto del
mundo y siguen hoy poniendo de pie al público que las escucha en manos de
nuevos ejecutantes. Luis Zea, Rubén Riera y Lucho Quintero interpretan
consuetudinariamente las grandes obras del maestro guayanés.
El maestro Lauro nace un
día como hoy el 03 de agosto de 1917 en Ciudad Bolívar. Fue alumno del maestro Vicente Emilio Sojo y
Raúl Borges. Para poder costearse sus estudios tuvo que trabajar como guitarrista
acompañante en emisoras radiales, fundando a la vez un trio de guitarras y
voces “Los Cantores del Tròpico”. En 1954 es la voz cantante en el
contrapunteo entre Florentino y el
Diablo en el estreno de la Cantata Criolla de Antonio Estévez. Al
regresar del exilio conforma, en honor a su maestro, el “Trío Raul Borges”, en
compañía de Flaminia de Sola y Antonio Ochoa.
Hoy el maestro Lauro
es una influencia mundial. Su obra es una punta de lanza que abre las fronteras
de Venezuela en todos los rincones del planeta. Heredero legítimo de Vicente
Emilio Sojo, desprende su frondosa selva
musical a otros maestros ejecutantes de los instrumentos encordados (bandolas,
mandolinas y cuatros) que llegaron hace más de 400 años a nuestra tierra de
gracia y que ahora resuenan con más vigor que nunca en las manos de:
Ismael Querales,
Alfredo Gutiérrez, Edward Bogado, Ricardo Sandoval, Cheo Hurtado, Ricardo Silva,
Carlitos Suarez, y pare usted de contar. Más allá de nuestros mares, gracias a él, miles de profesores y alumnos dispersos en el
planeta sondean los trastes del diapasón para hilvanar con sus manos el tejido
maravilloso de joropos, mariselas, galerones, polos, fulías, merengues, golpes
tuyeros, tamunangues, corridos, y todas
las formas y géneros que conforman nuestra vasta enciclopedia musical.
Antonio Lauro supo
captar y trasmitir lo “Real Maravilloso” de nuestros aires
tropicales, la magia ancestral de nuestras raíces, la riqueza de nuestra tierra.
Supo traducir en el sencillo lenguaje de la guitarra el realismo mágico abigarrado de la raza
cósmica bolivariana que nos conforma. Hijo de un humilde inmigrante italiano,
barbero de Ciudad Bolívar, nacido a orillas del serenísimo Orinoco, es verdadero
patrimonio nacional por su innegable aporte al espíritu universal de la música.
En su honor, lo elevamos simbólica y metafóricamente al panteón de los las
bellas artes, donde sus ilimitados y
vitales valses dan vida y alegría a todos los pueblos del mundo.