Diosdado Cabello: Con tan solo 20 años el alférez Hugo Chávez escribió para la historia (+Carta)
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Publicado: 11/12/2024 11:52 PM
El primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello Rondón, leyó una carta escrita por el entonces alférez Hugo Chávez Frías, en Huamanga, Perú, el 9 de diciembre de 1974, en torno a la Batalla de Ayacucho, liderada por el General Antonio José de Sucre.
Durante su programa Con el Mazo Dando, emisión número 507, resaltó que para la fecha el Comandante Chávez contaba tan solo con 20 años de edad y se encontraba en Perú, donde participó en los 150 años de la citada batalla.
Cabello se le dedicó la lectura a la tercera promoción militar "Batalla de Ayacucho", presente en el espacio.
Reiteró la edad del Comandante Chávez, "primero para pensar esas cosas y luego para escribirlas. Es para la historia, solo Hugo Chávez".
Cabello, al leer la citad carta, expresó que "...la conversación giraba en torno al obligado del momento: los preparativos de la batalla, sus incidencias y consecuencias políticas y militares para aquel momento histórico de nuestro continente... por su parte, un ardoroso anti norteamericanismo surge a borbotones del discurso de los jóvenes cadetes del colegio militar de panamá, la del Congreso Anfictiónico, la del canal interocéanico…".
Al terminar la lectura de la carta, les manifestó a la promoción "Batalla de Ayacucho", "sientánse orgullosos de llevar el nombre: Batalla de Ayacuco".
Texto íntegro de la Carta escrita por el Comandante Supremo hugo Chávez:
UNA BANDERA EN AYACUCHO
Casi hasta la medianoche estuvimos Dumas y yo cantando viejas composiciones venezolanas y oyendo las interpretaciones típicas de la sierra peruana, en una fría fonda de la calle principal de huamanga, capital del departamento de Ayacucho. Mi compañero, paisano y amigo con su cuatro y una bella mujer indígena con su guitarra, entretuvieron hasta tarde a los cadetes y parroquianos que fueron allí la noche del 8 de diciembre, víspera de la batalla liberadora, 150 años después. A lo lejos se sentían las sombras de la noche serrana, en un frío terrible que helaba las venas.
Panameños,Bolivianos,Ecuatorianos,Colombianos,Peruanos, Venezolanos y hasta Chilenos. El semillero militar latinoamericano había inundado las calles onduladas y serpenteantes para la gran celebración de la década. La conversación giraba en torno al obligado del momento: los preparativos de la batalla, sus incidencias y consecuencias políticas y militares para aquel momento histórico de nuestro continente... por su parte, un ardoroso anti norteamericanismo surge a borbotones del discurso de los jóvenes cadetes del colegio militar de panamá, la del congreso Anfictiónico, la del canal interocéanico… ya es 9 de diciembre, día de la batalla.
Un silencio profundo se hallaba congelado y petrificado sobre la milenaria cordillera de los Andes peruanos. Muy temprano,después del típico desayuno con exceso de picante partimos en autobús hacia la pampa de la Quinua. Cruzamos empinados caminos, entre columnas interminables de gentes,mayormente indígenas de trajes coloridos, que iban a pie y algunos en bestias, hacia el histórico sitio. El cielo amaneció azul intenso, aunque más allá de las altas montañas, hacia el oeste, podían verse oscuros nubarrones. en una curva del camino, por fin oímos a nuestro guía señalar hacia el norte “allá está el cerro”. Inmenso es el Condorcunca o “Rincón de los Muertos”, en Quechua. Una falda amplia se abre hacia la pampa donde se decidió la libertad de este gigantesco territorio que se inicia allá en nuestras costas del Caribe.
Hasta aquí vinieron a pelear los llaneros, le dije al alférez auxiliar Ramírez Marquínez, compañero desde los años de secundaria allá en Barinas, en nuestro recordado liceo O’Leary. Luego de la parada más larga que en mi vida de Cadete he hecho (casi seis horas), desfilamos bajo un torrencial y frío aguacero que nos hizo levantar el barro con nuestro paso redoblado. En esa tribuna estaban los presidentes de nuestros países bolivarianos, responsables de los destinos del subdesarrollado pueblo latinoamericano. Y finalmente, entrando la tarde, se inició una escenificación dela batalla, llena de colorido. Entre todo aquello, vuelto un maremágnum de indígenas, soldados, caballos y lluvia, cruzó la pampa repentinamente una joven quechua sobre un caballo blanco, llevando en alto el flamante tricolor venezolano. Recortadas las estrellas sobre el cielo encapotado, me sentí tocado en la fibra venezolanista y latinoamericana que nos mantiene aferrados a nuestra historia, ante un presente confuso y oscuro, como esta tarde de hoy en la legendaria tierra de Ayacucho.
ALFÉREZ HUGO CHÁVEZ FRÍAS
Huamanga, 9 de diciembre de 1974
Un Brazalete Tricolor
REDACCIÓN MAZO