EL ÁRBOL DE LAS TRES RAÍCES como fundamento ideológico de los Círculos Bolivarianos



Publicado: 05/02/2015 07:20 PM

El proyecto de la Revolución Bolivariana tiene su sustentación filosófica en el llamado árbol de las tres raíces, que recoge el pensamiento y acción de tres grandes revolucionarios venezolanos: Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora.

Esta teoría fue desarrollada por un grupo de militares venezolanos que crearon en los años ochenta un movimiento clandestino revolucionario y bolivariano, con el objetivo de liberar al pueblo venezolano de la desigualdad, la pobreza y la dominación oligárquica.

Hugo Chávez, su principal líder, ha señalado que el carácter bolivariano del proceso revolucionario es “una necesidad imperiosa para todos los venezolanos, para todos los latinoamericanos y los caribeños fundamentalmente. Rebuscar atrás, en las llaves o en las raíces de nuestra propia existencia, la fórmula para salir de este terrible laberinto en que estamos todos... Así estamos los venezolanos hoy, tenemos que mirar el pasado para tratar de desentrañar los misterios del futuro, de resolver las fórmulas para solucionar el gran drama venezolano de hoy”.

El proyecto revolucionario que estos tres hombres gestaron, con el concurso del resto de libertadores y el pueblo en armas, no ha logrado consolidarse hasta ahora. Por ello, sus ideales, junto con los del resto de los Libertadores, tienen un encuentro pendiente con la victoria. Hoy, los poderes creadores del pueblo y el compromiso del gobierno revolucionario avanzan juntos hacia su definitiva concreción. A continuación, se analizan los aspectos centrales del pensamiento de estos tres venezolanos inmortales, que hoy toma vida de la mano de la Revolución Bolivariana del Siglo XXI.

Primera Raíz:Simón Rodríguez, Raíz Robinsoniana

Utilizó a menudo el seudónimo de Samuel Robinson, por lo que su sistema de pensamiento es conocido como robinsoniano.   Fue un gran pensador venezolano, latinoamericano   y universal, el objetivo de toda su actividad intelectual fue servir a   la liberación de los pueblos sometidos por el yugo del imperio español y a su integración en hermandad. A través de sus métodos para una educación liberadora, propugnó la emergencia del nuevo hombre americano y la creación de Repúblicas de hombres y mujeres libres.

El pensamiento innovador y la acción ejemplarizante de Simón Rodríguez brilló especialmente en el campo de la educación. Para él, la finalidad de la educación no era formar aristócratas, sino hacer de todos los habitantes verdaderos ciudadanos al servicio de la República. Las herramientas para lograrlo son una educación liberadora, el trabajo dignificante y la participación activa en los procesos de transformación política.

Pensamiento Robinsoniano.

Simón Rodríguez el Sócrates de Caracas con sus ideales y propuestas sobre sistemas de gobierno, política y educación nos enseña el valor de interesarnos por nuestro pueblo y sobre todo en la educación que es campo que nos compete. Como educadores cada día se pretende alcanzar la excelencia, aprender de los errores y reformar lo establecido en las leyes.

Simón Rodríguez intentaba en esa época colonial mejorar la estructura política, que el hombre se incorporara a la sociedad logrando ser competente, educado con valores bien fundados para impulsar al cambio de un país y convertirlo en una República libre e independiente, una educación popular libre de prejuicios y centrada en nuestras propias necesidades, sin copiar los sistemas de gobierno del Norte ni Europa, solo buscando nuestro bienestar e intereses ya que nuestra cultura y costumbre son distintas a otros países.

Simón Rodríguez en su comentario sobre “Estado Actual de la Escuela y Nuevo Establecimiento de Ella”, escrito en 1791, presenta detalles acerca de la organización de una Escuela de Primeras Letras para la ciudad de Caracas. Hay algunas ideas en esa propuesta que considero interesantes, una está relacionada con el tamaño de la escuela y su distribución en la ciudad. El propone que se creen cuatro escuelas, una en cada feligresía, atendida cada una por un maestro y tres pasantes, su idea de dividir una Escuela en cuatro escuelas pequeñas (de una sola aula), distribuidas en diferentes partes de la ciudad es apoyada parcialmente por investigaciones recientes acerca de las ventajas de las escuelas pequeñas.

Otra idea revolucionaria tiene que ver con la organización de la labor docente, los cuatro maestros y los doce auxiliares se reunirían el último día de todos los meses en la escuela principal bajo la coordinación del Director. En esa reunión mensual se discutirían asuntos relacionados con el funcionamiento de las escuelas y se acordarían los planes de acción para el mes siguiente. Se llevaría un libro de actas de estas reuniones, el cual se titularía “La Nueva Construcción, Régimen y Método de las Escuelas”.

Rodríguez por ser un excelente maestro conocía a fondo como dirigir correctamente una escuela y nadie mejor que él podía presentar un discurso sobre la educación, era de esperar que su propuesta recibiera todo el apoyo de sus colegas.

Tenemos mucho que aprender de Simón Rodríguez para el diseño de políticas y prácticas revolucionarias en educación. Para lograr este aprendizaje se requiere de una lectura radical de sus escritos, es por eso que debemos ahondar en las ideas y pensamientos de nuestro maestro Simón Rodríguez, el ejemplo a seguir de todo Unerserrista.

Seremos sus discípulos si seguimos de continuo sus pasos y apoyamos sus propuesta para crear una educación optima y fuerte con buenos cimientos, cuando buscamos ser un país desarrollado e independiente, donde la tecnología, la ciencia, y todo lo moderno nos impulsan a conseguir un futuro mejor y más solido para nuestras futuras generaciones.

Revolución Bolivariana en la educación

Las ideas de Simón Rodríguez son la principal fuente filosófica de la Revolución Bolivariana en la educación. Sus planteamientos sobre una educación inclusiva y una formación republicana crítica, se encuentran ampliamente recogidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. A su vez, las políticas públicas se nutren de sus ideas. El conjunto de misiones educativas, con la Misión Robinson a la cabeza, se inspira en sus ideales de ciudadanía plena, al orientarse a garantizar que ni un solo venezolano o venezolana quede al margen de los procesos educativos. En las escuelas y liceos bolivarianos

 Segunda raíz: Simón Bolívar

“Trescientos años de calma no bastan...pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad americana. Vacilar es perderse.”

Simón Bolívar

Simón Bolívar es la raíz principal del árbol de las tres raíces. Sus gestas de revolucionario visionario y sus conquistas  políticas constituyen uno de los grandes legados de la historia  latinoamericana y universal.  En él se conjugan todas las virtudes del auténtico revolucionario:  el gran militar y estratega, el líder inigualable, el pensador social y el estadista.

Además de ser el gran líder de la independencia, Bolívar nos lega su poderoso pensamiento revolucionario, que ha sido la base ideológica fundamental del movimiento. Hoy, adaptado a las circunstancias actuales, guía al pueblo venezolano en la senda de la revolución bolivariana. A su vez, su ideario convoca también a los pueblos de América Latina a luchar juntos por nuestra segunda independencia  y por una integración solidaria, para hacer realidad sus sueños, que son también los nuestros.

Bolívar y la integración latinoamericana

“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande Nación del Mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”.

Simón Bolívar

A pesar de que el proyecto de unidad latinoamericana no pudo tomar forma, el pensamiento bolivariano es el punto de referencia para pensar hoy sobre la integración en América Latina. La idea de unir a nuestros países en un solo bloque económico, político y social, buscaba defender la soberanía y las riquezas de la América mestiza frente a las intenciones imperialistas de los países poderosos. Asimismo,  buscaba convocar a todos los pueblos bajo un mismo proyecto libertario, basado en una democracia verdadera de libertad, igualdad y justicia.

Ya en 1812, señalaba en el Manifiesto de Cartagena: “Yo soy del sentir y del pensar que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos,  nuestros enemigos obtendrán las ventajas más completas; seremos envueltos indefectiblemente en los horrores de las disensiones civiles y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infectan nuestras comarcas”.

Además de retratar la opresión del imperio español y las oligarquías apátridas, analizó con gran agudeza el peligro que provenía de los intereses de otras naciones y grupos de poder. En concreto, anticipó el voraz y criminal imperialismo del Norte,  al  afirmar en 1829:  “Los Estados  Unidos  parecen destinados por  la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”.

Washington también condenó el proyecto bolivariano de una América Latina unida. El presidente Monroe, que decretó que América Latina era el patio trasero de Estados Unidos de América (EUA), identificó a Bolívar como “un déspota mili- tar de talento”, “el loco de Colombia”, el “libertador de esclavos”... Incluso la jerarquía eclesiástica llegó a excomulgarlo, y lo comparó con el mismo Satanás.

El proyecto de integración, orientado a sentar las bases para la confederación hispanoamericana, tenía varios elementos centrales:

La unidad para hacer frente a los peligros que amenazaban a las nacientes Repúblicas;

La adopción de pactos de protección y defensa mutuas como mecanismos para garantizar que ninguna nación extraña se inmiscuyese en los asuntos internos de las nuevas Repúblicas; y

La adopción de acuerdos amistosos para resolver eventuales disputas entre nuestras naciones.

Inicialmente,  propuso  ante  el  Congreso Anfictiónico   de  Panamá  la  gran Confederación, que incluía desde México hasta Argentina. Cuando entendió que la Confederación  estaba llamada a fracasar, debido a los intereses mezquinos de las clases dominantes locales y sus gobernantes, puso todo su empeño en la constitución de la Federación de los Andes, que comprendía a las naciones que él había liberado (la Gran Colombia, Perú y Bolivia).

Tras el fin de la Federación, el Libertador se concentró en salvar la unidad de la Gran Colombia. Sin embargo, también este proyecto integracionista se vino abajo, luego de que las oligarquías locales de las tres actuales Repúblicas conspiraran para dividirla. Pese a estos fracasos, el gran diseño del Libertador se instaló firmemente en el imaginario de nuestros pueblos, y hoy revive de la mano del pueblo bolivariano.

Bolívar revolucionario

“El sistema de gobierno más perfecto  es el que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”

Simón Bolívar

Además de ser el padre de la independencia y de la integración latinoamericana, Bolívar es el precursor del pensamiento social revolucionario en nuestro continente. En su proyecto, la victoria militar no era más que el comienzo de una ver- dadera revolución social, que debía permitir eliminar los groseros privilegios de las minorías y “la odiosa diferencia de clases”, elevando a todos los y las habitantes al rango de ciudadanos.

Finalizada la guerra, trató de aplicar en la Gran Colombia sus ideas libertarias. Entre otras cosas, decretó la libertad de los esclavos y esclavas, así como también la devolución de sus tierras a los pueblos indígenas; instituyó la educación gratuita y creó hospitales. Sin embargo, sus ideas chocaron con los intereses de las clases oligárquicas y la nueva aristocracia militar y terrateniente, que se oponían a cambios de fondo en las estructuras heredadas del imperio español.

Sus enemigos le llamaban el “caudillo de los descamisados”, “monstruo del género huma- no”, “tirano libertador de esclavos”. Mientras tanto, defendían un modelo parlamentario excluyente que chocaba frontalmente con el proyecto revolucionario del Libertador y con el sueño de libertad e igualdad de las mayorías oprimidas.

Cuando regresa del Perú, después de cinco años de victorias y tras haber expulsado definitivamente al imperio español de tierras sudamericanas, Bolívar se indigna ante el espectáculo de miseria que todavía ofrece el pueblo oprimido. Le escribe a Santander: “No se cómo todavía no se levantaron  todos estos pueblos y soldados al concluir que sus males no vienen de la guerra, sino de leyes absurdas”. Santander, que era vicepresidente de Colombia, lo acusa de querer provocar

“una guerra interior en que ganen los que nada tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los que tenemos, que somos pocos”. Queda así sellada la naturaleza del conflicto. El Bolívar libertario, en defensa de la justicia y la igual- dad, se enfrenta  a los generales que defienden los intereses de las oligarquías.

Tercera raíz: Ezequiel Zamora

“Sólo el pueblo quiere su bien y es dueño de su suerte... desde hoy en adelante, Venezuela no será más el patrimonio de ninguna familia ni persona”

Ezequiel Zamora

Ezequiel Zamora retomó la bandera de Bolívar treinta años después de la muerte del Libertador, enfrentándose con  la  oligarquía que  truncó  el  sueño bolivariano. Conocido como el general del pueblo soberano, su pensamiento y acción represen- tan la última raíz del árbol de las tres raíces.

La principal bandera de lucha de Ezequiel Zamora fue la redistribución de la tierra y la dignificación de los campesinos.  Las luchas que lideró, bajo la consigna de Tierras y Hombres Libres, encontraron un apoyo masivo en los habitantes del campo, que para ese entonces eran la mayoría del pueblo venezolano. A su vez, fue un acérrimo enemigo de las oligarquías.  Su defensa de la dignidad de los campesinos y su arroje libertario hacen de él una fuente permanente de inspiración revolucionaria.

Tierra y hombres libres

“Cuando Dios hizo el mundo repartió en común el agua, el sol, la tierra, ¿por- qué entonces los godos se han apoderado de las mejores tierras, bosques y aguas, que son propiedad del pueblo?”

Ezequiel Zamora

Ezequiel Zamora comenzó su carrera política, uniéndose al partido de los liberales. En 1846, el gobierno conservador  desató una feroz represión contra los miembros de su partido, lo que provocó que Zamora y otros caudillos populares se alzaran para tomar el poder. En su proclama rebelde, de inspiración bolivariana, invitó al pueblo a luchar “..para quitarnos el yugo de la oprobiosa oligarquía y para que, opóngase quien se opusiere,  y cueste lo que costare, lleguemos por fin a conseguir las grandes conquistas que fueron el lema de la independencia”.

Esta insurrección, que vio nacer la consigna de tierra y hombres libres, le hizo ganarse el apoyo y devoción popular y el nombre de “General del pueblo soberano”. Ezequiel Zamora fue hecho prisionero y sentenciado a muerte, pero el presidente Monagas le conmutó la pena por el destierro.

La Guerra Federal

“...como sabemos que ustedes están defendiendo la misma causa que nosotros, tienen un denodado patriotismo y deseo de sacar a la patria de la salvaje y brutal dominación... diremos con orgullo y Bizarría: Viva la libertad, viva el pueblo soberano, elección popular, horror a la oligarquía, tierra y hombres libres.”

Ezequiel Zamora

Treinta años después de alcanzada la independencia, la República seguía viviendo bajo un sistema semifeudal. La inmensa mayoría del pueblo, los trabaja- dores y trabajadoras, los esclavos y esclavas, los campesinos y campesinas, los artesanos y artesanas y los marginalizados y marginalizadas de la ciudad y el campo, se debatían  en la mayor miseria y hambre. El latifundio, lejos de eliminarse,  se había extendido bajo el amparo del gobierno. Tras la abolición de la esclavitud, decretada en 1854, los 40.000 esclavos liberados se encontraron sin tierras y sin condiciones para ganarse un sustento.

Bajo la consigna de “La Federación  es el gobierno de los libres”, los federales convocaron en 1959 al pueblo a “sacar la patria de la salvaje y brutal dominación en que la tienen los oligarcas”. Tanto el pueblo campesino, desposeído y explotado, como la nueva masa de desempleados,  se incorporaron masivamente a la lucha.

Gracias a su carisma y su conexión con el pueblo campesino, Ezequiel Zamora logró organizar un ejército popular de milicias, con el que libró batallas decisivas. La más famosa es la Batalla de Santa Inés (Barinas), el 10 de diciembre de 1859. En ella, Ezequiel Zamora demostró su genio estratégico, al conducir a las tropas del gobierno por sucesivas líneas de defensa, para asestarles la victoria en el terreno donde mejor podía sacar provecho de sus milicias. Sin embargo, el 10 de enero de 1860 una bala de origen desconocido trunca su vida, durante el asalto a San Carlos (Cojedes). A partir de entonces, la guerra se transformó  en un gran movimiento de guerrillas. Finalmente, en 1963 los ideales de Zamora fueron traicionados, y con ellos los ideales de Bolívar.

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