El cartel de la CIA (MK Ultra)
Publicado: 17/04/2020 10:14 AM
En los años 50
y 60, la CIA abrió la caja de pandora de las drogas
dentro de su propio territorio. Durante estas dos décadas, deliberadamente, los
gobiernos de los Estados Unidos inundaron las calles con estupefacientes de
laboratorio para controlar la mente de las generaciones emergentes y disminuir
el brote de grupos de avanzada y movimientos sociales, infiltrándolos con
alucinógenos delirantes de su propia factura, como el LSD, y abriendo la puerta
al consumo masivo de heroína, mezcalina, hongos alucinógenos, cannabis Sativa y
cocaína provenientes, en aquel entonces, del Perú, México y Afganistán. Comenzó el consumo a gran escala de las drogas pesadas.
En 1953, El médico canadiense Ewen Cameron, Presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría, fue el genio macabro que contribuyó
personalmente a la difusión del consumo de drogas con fines militares en
Estados Unidos y Canadá. Desde su
consultorio en el hospital de la Universidad de Mc Gil, dirigió experimentos con
personas usadas como ratas humanas de laboratorio. Trabajo conjuntamente con científicos nazis que
fueron procesados como criminales de guerra. En principio fueron detenidos y
destinados a urbanizaciones de lujo en el sur de Bavaria-Alemania.
Posteriormente expatriados a Estados
Unidos, en una maniobra secreta denominada “paperclip”; y posteriomente asimilados
en proyectos secretos en materia de desarrollo de la energía nuclear, armas
químicas y misilísticas.
Esta semana se cumplieron 67 años desde que Allan
Dulles, Director de la CIA, el 13 de abril de 1953, dio comienzo al abominable
plan de convertir seres humanos en robots, mediante la aplicación de los mismos
métodos que llevaron a la horca a siete científicos nazis y a prisión a otros
quince.
Las sentencias condenatorias fueron co-redactadas y
pronunciadas, entre 1945 y 1948, por el
mismísimo psiquiatra Ewen Cameron, cuando presidía el Tribunal de Nüremberg.
Veintiún oficiales nazis fueron
condenados por tratos crueles, inhumanos y degradantes, en el ejercicio de
experimentos brutales, practicados contra prisioneros en los campos de
concentración y exterminio del Tercer Reich.
El mismo método de tortura nazista de aislamiento y
aplicación de descargas eléctricas, capaces de fundir la masa encefálica, fue
aplicado con rigor científico en Norte América.
Celdas oscuras, con paredes acolchadas, insonorizadas, dotadas con equipos
de electroshock, camas tubulares para inmovilizar, arsenales de drogas alucinógenas, inyecciones
radioactivas de plutonio y equipos para enviar al cerebro mensajes repetitivos
con órdenes directas al subconsciente. Estos ensayos científicos fueron
importados desde las cámaras de torturas
hitlerianas a prisiones, orfanatos, universidades, bases militares, hospitales
universitarios y centros de reclusión de los Estados Unidos y Canadá.
Para todos los efectos y fines consiguientes Cameron
reclutó al científico nazi Sidney Gottlieb, llamado “el brujo negro”, y a otros que el mismo había condenado en los
procesos de Nüremberg y que lograron escapar de la horca por la maniobra encubierta que
dirigió la CIA.
El Plan Mk Ultra consistía en crear espías obedientes, androides
asesinos, el perfecto agente anti comunista. Dotados de electrodos implantados en la corteza cerebral
para recibir órdenes a distancia. Se
procedía así a borrar la memoria, lavar
el cerebro y anular la conciencia por las altas descargas
eléctricas en medio de un estado de coma inducido. De resto, en el cuarto oscuro,
la rata humana de laboratorio, recibía repetitivos mensajes y órdenes al
subconsciente e instrucciones según el
manual de la agencia.
El gobierno de los Estados Unidos con el Plan MK Ultra
se consagró como el enemigo público Nº 1 del norteamericano. Más de 250.000
soldados fueron irradiados en las pruebas nucleares de las Islas Bikini, sus
hijos y nietos nacieron con taras y malformaciones genéticas. Un buque de la
marina de guerra roció en la Bahía de San Francisco un bacteria que causó la
muerte de 10 personas. En la Universidad de Cincinnati fallecieron 90 pacientes
sometidos radiaciones e inyecciones radioactivas. Los hippies fueron tontos
útiles del LSD que los infiltrados de la CIA les suministraron a raudales.
Durante los 20 años que duro el funesto proyecto de inteligencia,
los directivos de “la agencia” organizaban fiestas y recepciones ofreciendo cócteles de
bienvenida pinchados con ácido lisérgico y bencilato, a sus propios científicos y empleados. El
bioquímico Frank Olsen le fueron dadas tantas
dosis que se lanzó de un onceavo piso bajo los efectos de una alucinación.
Si, de alguna forma queremos ver retratada estas inmisericordes prácticas médicas, podemos
visualizarlas en el contenido del film “Atrapado sin salida”, película ganadora de varios premios Oscar en
1975. Está inspirada en los destructivos efectos del plan MK Ultra sobre sus víctimas.
Su personaje central es el “inadaptado
social” Randle MacMurphy, magistralmente interpretado por Jack
Nicholson.
Hoy, casi siete décadas después, aparece, bajo el
telón de ácero del lobby farmacéutico y la medicina privatizada, el gran cartel
de los opiáceos. El American Way of Life
mantiene a 14.3 millones de su población
sumergida en la pandemia del consumo de opiáceos. El imperio de los laboratorios anualmente producen 460 millones de pastillas
analgésicas, “pain killers”, y otros
tantos frascos de jarabes derivados del opio. Los médicos a su vez distribuyen
96 millones de récipes a pacientes en sus consultas. Todos los días fallecen 475
personas por sobredosis, al año mueren 95.000 adictos por sobredosis, todo gracias a este nuevo género de degeneración y
manipulación de la conducta humana.
El cartel de la
industria farmacéutica estadounidense, avalado por eminentes psiquiatras, contribuyen
anualmente con la muerte de otras 85.000 personas a causa del abuso de medicamentos, legalmente producidos y
suministrados por médicos tratantes, como el fentanilos, metanfetaminas,
anfetaminas, benzodiacepinas, prozac y
otras.
La medicina privada usurera e imperialista, brazo
tentacular de los laboratorios farmacológicos, insiste, pasados 45 años de
haberse cerrado el Plan Mk Ultra, en mantener la delantera en la proliferación
del consumo de drogas. El negocio no es la cura, el negocio es la enfermedad.
Los records de ventas de opiáceos compiten con las inmensas
fortunas que producen los carteles de
Sinaloa, Bogotá y Afganistán. Psiquiatras
herederos de los fundadores del siniestro plan MK Ultra estimulan el consumo
entre sus pacientes, estos incautos son ahora verdaderas ratas humanas de laboratorio, y
ellos, galenos muy acreditados les recetan sus pain killers, cual
raticidas. La tercera causa de mortalidad en USA es la mala praxis médica.
En 1973 el revuelo de Watergate levantó, de costa a costa, una ola de
protestas e indignación. Richard Helms, Director de la CIA, decidió quemar
todos los archivos del Plan MK Ultra para evitar otro gran escándalo. Consciente de las atrocidades ejecutas
durante 20 años contra millares de ciudadanos incautos trató de borrar las
huellas donde se evidencian la gran red de psiquiatras, ex científicos nazis,
jefes militares, reputadas universidades, cárceles estadales, ancianatos y
otros centros de asilo que prestaron su apoyo para convertir en un infierno la
vida sus pacientes, niños, ancianos y soldados.
Afortunadamente un archivista de la CIA encontró dos
cajas, con millares de pruebas documentales, que se salvaron de las llamas y
que entregó al comité investigador del congreso.
Todo esto se
hizo y se sigue haciendo en nombre de la Libertad y para librar al mundo del
avance indetenible del fantasma del comunismo. A 67 años vista, de la macabra
operación de control mental, el gran pueblo del norte sigue acorralado por su
propio sistema de vida.
No pasaran muchas lunas antes de que se rebele en
contra de los miserables, sucios y oscuros manejos del imperialismo neoliberal que
los aplasta. El pueblo oprimido de los
Estados Unidos ante la pandemia que vive abre los ojos y se levantará contra
sus verdugos.
¡Venezuela territorio libre de drogas! ¡Venceremos!
ALEJANDRO CARRILLO