En 1995 murió Fernando Nadra, figura legendaria de la izquierda suramericana

Fue miembro del Partido Comunista argentino
Internet

Publicado: 22/08/2018 01:00 PM

Fernando Nadra, nació el 29 de junio de 1916 en TucumánArgentina y murió el  22 de agosto de 1995. Fue abogado, orador, editor, periodista y ensayista. Desde muy joven se encontró atraído por el compromiso social y político, lo que explica que a los quince años ya fuera el presidente de la federación estudiantil secundaria de su provincia, luego de liderar una toma del Colegio Nacional Mitre en donde era alumno.

Posteriormente, estudió Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, de la que se recibió como abogado, no sin antes destacarse activamente en el movimiento estudiantil, ya como miembro del Partido Comunista (PC). Durante los años treinta y hasta el golpe militar de 1943, Nadra fue presidente de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC), primero, y luego de la Federación Universitaria Argentina (FUA). Fue durante casi 50 años miembro e importante dirigente del Comité Central del Partido Comunista, y Secretario General entre 1982-1986.

Mantuvo estrechas relaciones con Salvador Allende, Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara y Juan Domingo Perón, entre otros. Personalidad crítica y visionaria, a través de la colección Fernando Nadra se descubre un intelectual activo que supo replantear fundamentos doctrinales conforme los nuevos escenarios de la realidad política.

Miembro del Consejo de Presidencia de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (Apdh), fue paradójicamente condenado a muerte por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), por su militancia política, y simultáneamente por el autotitulado Comité Central del ERP, ante su demoledora crítica a las acciones irracionales de las organizaciones armadas de comienzos de la década del ‘70, volcada en su libro Reflexiones sobre el Terrorismo.

Nadra llegó a ser la principal figura pública del PC, en cuya dirección libró una silenciosa y casi solitaria lucha por su democratización y pluralismo que se remonta, por lo menos, a los duros enfrentamientos que protagonizó a fines de la década del ‘70 en favor de una condena abierta contra la dictadura militar y por el respeto y reconocimiento de las Madres de Plaza de Mayo, por entonces subestimadas cuando no vituperadas por los máximos y reales dirigentes comunistas.

En 1989, y tras tantas décadas de militancia en el PC, Nadra renunció a ese partido, por profundas diferencias con su orientación general. En sus últimos años, ensayó algunas obras de crítica a su ex-partido, y también de autocrítica, sin dejar de reivindicarse como un hombre de izquierda. Al ocurrir su muerte en 1995, Nadra dejaba una treintena de obras publicadas (tanto en el país como en el extranjero), a lo largo de más de medio siglo, que transitaban por los más diversos asuntos políticos, económicos, teóricos e históricos. De conjunto, esa producción revelaba la actividad de un político profesional de aquilatada experiencia, partícipe directo de muchos de los eventos importantes de la historia argentina contemporánea.

En ese mismo años 1989, impactó a la opinión pública con su escrito Porqué renuncié al Partido Comunista, donde fundamentó su decisión en la imposibilidad de modificar “desde adentro” el rumbo estalinista de la organización, a la que dedicó los 50 mejores años de su vida. Su intento final por cambiarla había sido la publicación de La Religión de los Ateos. Reflexiones sobre el estalinismo en el PC argentino, el último de sus más de 30 trabajos editados y traducidos a varios idiomas, en el que realiza una autocrítica política personal, prácticamente desconocida entre los políticos argentinos, del pasado y del presente.

Su vocación de unir, en lugar de dividir, de buscar acuerdos en lugar de profundizar enfrentamientos, fue el rasgo principal que, hasta su último aliento, marcó el paso de los 79 años de Fernando Nadra por la historia argentina. Esta figura legendaria de la izquierda recibió un merecido homenaje en la oración emocionada que le dirigió en el sepelio su entrañable amigo, monseñor Justo Laguna. Un obispo despedía y bendecía a un ateo destacando la comunión existente entre su cosmovisión socialista, su moral y amor al hombre y la justicia, y la doctrina cristiana. Más que un símbolo, la síntesis de una vida trascendente.


Fuente: Wikipedia, Universidad Torcuato di Tella

Comparte esta noticia: