General Urdaneta: Héroe de la unidad
Publicado: 23/08/2020 07:00 AM
Hace 175 años, el 23 de agosto de 1845, tras haber servido con
inquebrantable lealtad a la Revolución de Independencia y al Libertador Simón Bolívar, se elevó a los
cielos Rafael José Urdaneta Farías el General de la Unidad Indestructible.
En ese entonces se desempeñaba como Secretario de Guerra y Marina, cuando en
junio de ese mismo año fue designado ministro plenipotenciario ante el gobierno
español para ratificar el tratado de Paz y Amistad entre Venezuela y España.
A pesar de que una
Junta Médica en Londres lo instó a
someterse de urgencia a una operación quirúrgica para extraer un voluminoso cálculo
renal, el general Urdaneta prefirió aplazarla para dar primero cabal
cumplimiento al deber de la misión encomendada. De paso por la ciudad luz sus dolencias se agravaron y sucumbió a la edad de
56 años:
“Así murió Urdaneta,
como vivió: sirviendo a la Patria. Así murió aquel hombre libre, que solo fue
esclavo del deber” (Rufino Blanco Fombona).
Nació el 24 de octubre
de 1788 en Maracaibo. Estuvo casado con la heroína colombiana Dolores Vargas
París, hija del mártir Ignacio de Vargas Tavera (el Mocho Vargas). Con ella contrajo nupcias en la Catedral de Bogotá el
31 de agosto de 1822. La entrañable amistad que unió a esta pareja con Bolívar
les costó la implacable persecución de los enemigos de la unión gran colombiana.
Luego de vivir exiliados en Curazao y de perder todos sus bienes les fue otorgado
permiso para residenciarse, con severas restricciones y vigilancia, en la ciudad de Coro.
En función de las
tantas obligaciones que asumió su salud estaba muy comprometida como
consecuencia de todas las enfermedades que contrajo durante las campañas
militares. Hubo largas jornadas que tuvo que cabalgar junto con su ejército sin
provisiones para alimentarse. Durmiendo al descampado rodeado de nubes de zancudos tábanos y chipos como
cobija. Sin hospital militar, ni atención médica ni fórmulas para aliviar
heridas y picadas. Estoicamente mantuvo
siempre la moral en alto de su tropa soportando todas las carencias y males de
una guerra sin tregua entre 1810 a 1830.
Las enfermedades hicieron cuartel en su cuerpo y minaron su salud, sus
dolencias se acrecentaron al grado tal que el Libertador le escribió: “Usted
tienen todo, menos salud.”
A pesar de su frágil estado
corporal de su amor con Dolores Vargas
nacieron 11 hijos: Luciano, Rafael Guillermo, Octaviano, Amenodoro, Adolfo,
Alejandrina, Rosa, Margarita, Susana, Eleazar y Nepthali.
Su prestigio como
hombre de armas, estricto administrador y alto grado de compromiso en el
cumplimiento del deber ser, lo habían convertido en seguro candidato de consenso para suceder en la Presidencia de la República al Gral. Carlos
Soublette. Durante toda su carrera la
conducta de Rafael Urdaneta fue ejemplar, dejando una hoja de servicios
impecable y un historial de hazañas cívico militares poco igualadas en la
historia universal.
Los deberes y
quehaceres del General Urdaneta fueron siempre cumplidos al pie de la
letra, según comandaba el máximo jefe de
la gesta libertaria latino americana, no dudo ni un instante de la claridad
visionaria del Libertador, ni se sumó al bando de la burguesía oportunista que
acechaba el momento de la traición para sumar privilegios y latifundios.
Mientras el sectarismo
de Páez en Venezuela, Santander en Colombia y Flores en Ecuador se aferraban a
sus parcelas poder para destruir el proyecto anti imperialista de unidad continental bolivariana, Urdaneta y Sucre vieron en perspectiva histórica la grandeza
del proyecto integracionista de una sola gran nación hispanoamericana.
Cuando el General Páez
alentaba los vientos para instaurar una monarquía en la Gran Colombia, el
General Urdaneta, en términos contundentes le escribió:
“Es necesario advertir
que el general Bolívar actualmente no le pertenece a la Gran Colombia. El es un
ente que pertenece a todo el Mundo. Su nombre es ya propiedad de la historia,
que es el porvenir de los héroes… Ahora bien, supongamos por un momento que las
circunstancias presentes obligasen al general Bolívar a admitir el mando
supremo (la corona) de la Gran Colombia, lo que dudo altamente, ¿cree usted que
este sería el modo por el cual el consintiese en un proceder que lo rebaja?
¿Cree usted que el general Bolívar aceptaría una corona de manos de un general
llamado ante la ley? ¿Qué dirían sus enemigos y los enemigos de la Gran
Colombia?¿Se podría atribuir a la voluntad general del pueblo un acto dimanado
de una pequeña porción de la fuerza armada acaudillada por hombres a quienes la
ley ha llamado con lugar a causa? ¿Cómo ha podido usted concebir que semejante
paso haya podido ser agradable al general Bolívar? No lo conoce usted mi buen
amigo…(Carta desde Maracaibo 28 de junio de 1826).”
Las últimas palabras de
Bolívar antes de morir en San Pedro Alejandrino fueron dirigidas al General
Pedro Briceño Méndez urgiendo su reconciliación con el General Urdaneta,
garante de la unidad y látigo de los divisionistas:
“En los últimos
momentos de mi vida, le escribo ésta para rogarle, como la única prueba que le
resta por darme de su afecto y consideración, que se reconcilie de buena fe con
el general Urdaneta y que se reúna en torno del actual gobierno para
sostenerlo. Mi corazón, mi querido general, me asegura que usted no me negará
este último homenaje a la amistad y al deber. Es solo con el sacrificio de
sofocar sentimientos personales que se podrán salvar nuestros amigos mismos y
la Colombia misma de los horrores de la anarquía. “
Después del fratricidio
contra su directo sucesor, el Mariscal Sucre “el Abel de las Américas”, esta
carta señala como Bolívar contaba entre sus dilectos herederos la gloriosa
lealtad e integridad moral del General
Rafael Urdaneta.
Cuatro meses antes del
desenlace final que puso fin a la vida del Bolívar, el 05 de septiembre de
19830, ante la anarquía circundante y el
desacató a la autoridad del Libertador, Urdaneta asume la presidencia de la
Gran Colombia. Fue el último en ejercer la primera magistratura y el primero en
defender la memoria y obra de su jefe: “el más leal de todos los leales”. Su presencia inmortal vive entre nosotros como
símbolo de abnegación y entrega incondicional a la causa de los pueblos libres,
en toda su trayectoria no hubo sombras de deslealtad ni menos aún de sectarismo
partidista.
Su última disposición
testamentaria fue, que de no poder cumplir a tiempo la misión oficial de Estado
que lo llevó a Europa, el hijo que lo
acompañaba devolviera al erario público
los viáticos que le habían asignado para tal fin, como en efecto así fue
reintegrado. Convaleciente antes de morir expresó:
“… dejo un viuda y once
hijos en la mayor miseria”.
Es oportuno recordarle
a quienes guiados por la ambición levantan hoy sus banderas sectarias lo que dijo Bolívar en su lecho de muerte y
que ratifico reiteradamente Urdaneta con su conducta: ¡Unidad, Unidad, Unidad…o la anarquía os devorará!
Por: Alejandro
Carrillo