Hipótesis de conflicto para Venezuela

El sabotaje eléctrico recuerda dicha frase, pero también profecías autocumplidas
Foto internet

Publicado: 11/03/2019 01:22 PM

“Todo está dicho, pero como nadie escucha, hay que repetirlo cada mañana”, escribía el filósofo francés André Gide.

El sabotaje eléctrico que dejó por más de doce horas sin servicio de electricidad a más de la mitad de Venezuela recuerda dicha frase, pero también profecías autocumplidas.

En el artículo titulado “La guerra en Venezuela: ¿la sorpresa de octubre?” se describía a finales de 2018 el siguiente escenario:

“Imaginemos que mientras las fuerzas militares y la atención política venezolana desplazan su atención hacia los más de 2.000 kilómetros de frontera con Colombia, los aliados militares de Estados Unidos intentan a través del Delta del Orinoco y la Amazonía venezolana controlar el estado Bolívar y con ello las centrales generadoras del 70% de la electricidad del país. Sería este un botín de primer orden, pues forzaría a una negociación con el Gobierno venezolano”.

Usualmente, las hipótesis no intentan describir por completo la realidad, funcionan más bien como un ejercicio de aproximación. Su importancia radica en la posibilidad de rasgar la difusa incertidumbre y proveer a la mente algo de luz. La audacia y la intuición de quien escucha hacen la otra parte.

Lecciones de la frontera

Con más de sesenta días de tensiones políticas a cuestas, decidimos llevar una carpeta de apuntes sobre los próximos escenarios que podría atravesar Venezuela, y confrontar las ideas con la opinión experta.

Entrevistamos a Rafael Belisario, abogado con estudios en ciencias políticas y filosofía de la guerra. Recién llega a Caracas desde la frontera y parece ansioso de querer exponer sus conclusiones sobre la agresión que vivió el país durante los días 23 y 24 de febrero.

— ¿Cómo se desarrolló el Teatro de Operaciones en Táchira, durante esos días tan peligrosos?

—Estados Unidos intentó generar una matriz de opinión, al igual que en aquella famosa operación guardaespalda, mejor conocida como el desembarco de Normandía. Ellos dijeron que iban a entrar por el puente de San Antonio, el puente Tienditas o el puente Simón Bolívar y el puente Santander. Ahora bien, ellos no encontraron las condiciones favorables para el ingreso de la supuesta “ayuda humanitaria” porque efectivamente chocaron contra la unidad y disciplina de las Fuerzas Armadas venezolanas. Necesitaban sí una masa crítica que les permitiera tener muchas personas en las fronteras, lo cual lograron con el concierto Live Aid Venezuela. Sin embargo, en esta avanzada el papel de vanguardia lo tuvieron los grupos paramilitares colombianos. Vimos a marines norteamericanos dirigiendo los hechos de guarimbas. Usaron esta modalidad de combate (guarimba) ya ensayada en Caracas, y otras ciudades venezolanas durante el 2017, ahora en la frontera. Ellos buscaban hacerse de ese territorio. No obstante, no pudieron quebrar la unidad del pueblo y del propio ejército. Allí tuvimos una victoria táctica”.

El ejército mercenario

Para Belisario, lo ocurrido en los cuatro puentes que comunican Venezuela con Colombia no es más que el inicio de un conflicto que se plantea en grandes dimensiones.

Revisa su cuaderno de anotaciones para no dejar escapar ninguna reflexión. Su tono aumenta en intensidad cuando comenta que en el estado Táchira, desde hace aproximadamente diez años, se vive una invasión silenciosa. “El paramilitarismo logró un avance en la frontera —afirma—. Hay fuerzas como los Rastrojos, el Clan del Golfo y los Urabeños, que operan en territorio venezolano y colombiano. Estas organizaciones paramilitares efectivamente tienen un fin económico, pero también político. Cuando estudiamos la génesis de los grupos paramilitares sabemos que su padre fundador es Álvaro Uribe Vélez. De ahí podemos vislumbrar el carácter político de las bandas paramilitares que actúan en el estado Táchira. Estas bandas criminales se constituyeron en el primer ejército de invasión de EE.UU.”, señala.

A este contexto, se le agrega un componente nuevo: la unión del grupo de militares venezolanos que han venido desertando desde hace algún tiempo con las bandas criminales, como la conocida Tren de Aragua, las cuales engrosan ahora las filas de este ejército de invasión.

 “Ambas fuerzas están siendo adiestradas y apertrechadas por EE.UU. para constituir lo que en palabras de Freddy Bernal, enviado especial del Gobierno venezolano para el estado Táchira, es el ISIS de América Latina”, comenta el analista.

Según informaciones suministradas por Belisario, uno de los jefes paramilitares que lidera este ejército mercenario es conocido como Necoclí, líder negativo de la banda Los Rastrojos. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos dados por las fuerzas de seguridad venezolana para eliminar el peligro que representan estos grupos, la mayor dificultad estriba en que cuentan, a juicio del analista, con todo el apoyo del Gobierno colombiano.

Otra de las amenazas es que dichas estructuras delictivas también terminan permeando el Estado venezolano y en especial el sistema de justicia.

 “El paramilitarismo crea una paraeconomía y un paraestado y se termina constituyendo en conjunto con el aparato de inteligencia de EE.UU. y la élite colombiana, en un gobierno en la sombra. Este es el centro o el comando de operaciones a la hora de una agresión contra Venezuela. Tienen sus propios mecanismos logísticos, militares y mediáticos” concluye.

Aprovecho una pausa para preguntar algo que comienza a debatirse en todo el país.

— ¿Debe permanecer cerrada la frontera?

—El cierre de la frontera ha dado un certero golpe a las mafias del contrabando de combustible, pero siendo objetivo, debemos decir que aunque esté cerrado el puente hay un submundo debajo de él, en las llamadas trochas (caminos verdes). Allí operan los grupos paramilitares. El cierre de la frontera es un asunto de seguridad de Estado. El contrabando de gasolina que se legaliza en Cúcuta es el pulmón económico del norte de Santander, es una economía que se alimenta de los venezolanos. Ahora bien, debemos entender que en los pueblos fronterizos como San Antonio, La Fría o Ureña hay una economía de péndulo, hay personas que estudian en Colombia y que trabajan al otro lado de la frontera. Nosotros como Estado venezolano debemos generar una política de alimentación, económica y de salud, para la población fronteriza.

Operaciones negras y parálisis estratégica: lo próximo en la agenda

Hacemos revisión de mapas y elaboramos escenarios en una pequeña libreta. Belisario considera que el próximo conflicto será de mayor escala y tendrá lugar “cuando los grupos mercenarios estén listos para eso”. No obstante, se adelanta a lo que viviríamos con algunas pocas horas de diferencia.

 “Debemos entender que estos grupos no solo van a operar en Táchira, hay un mecanismo de infiltración donde va a haber ataques selectivos a dirigentes políticos de la Revolución, ataques a objetivos vitales de la vida del Estado y cuando te digo vitales me refiero a desde un pozo petrolero hasta una estación eléctrica”.

Desde su óptica, la guerra que está planificando ese “gobierno en la sombra” conformado por grupos paramilitares, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos y la élite de Colombia, no será abierta sino que tendrá características asimétricas. Las razones son matemáticas. El ejército mercenario sigue siendo menor en número a la fuerza pública venezolana, y tal como se ha acordado, Estados Unidos solo participará a través de Fuerzas de Operaciones Especiales con objetivos de rango bien definido, para no comprometer su imagen ante la opinión pública internacional. “Desde Vietnam, saben que cuando una bota norteamericana pisa suelo extranjero se levantan los nacionalismos y se genera rechazo automático en los pueblos”, apunta.

— ¿Es decir que debemos prepararnos para una oleada terrorista?

—Así es, debemos prepararnos para la paramilitarización de la política.

La frase retumba en mis oídos y le recuerdo pasajes de un artículo que escribió recientemente titulado “Las nuevas guerras: una aproximación a la situación venezolana”. Allí se abordan algunas nociones que resultan esclarecedoras para analizar en profundidad lo que ocurre en el país suramericano.

—En dicho trabajo académico considerabas que con Venezuela se aplican las llamadas “operaciones basadas en efectos”, ¿qué significa esto?

—Los conflictos del siglo XXI se desarrollan con diversas estrategias militares y no militares. La guerra ha pasado de su plano sangriento, violento y traumático al plano conductual, la primera batalla que se libra es por el control de las mentes y los corazones. El objetivo principal de una guerra es cambiar el comportamiento del enemigo y la forma de hacerlo no es la destrucción o afectación física del objetivo, sino el efecto que se desprende de la acción sobre este…

—El ejército estadounidense parece estar virando su modo de hacer la guerra hacia un enfoque que podríamos considerar más cercano a Sun Tzu, por eso de ganar la guerra sin pelearla…

—Precisamente hacia allá apunta todo. El teniente general David Deptula es uno de los precursores de este nuevo concepto. Con mayor fuerza hace hincapié en ejercer operaciones en paralelo sobre el enemigo pues este permitiría un ataque simultáneo a los sistemas de defensa, específicamente en los centros de poder del enemigo provocando una parálisis estratégica. Estas operaciones tienen dos objetivos fundamentales de acuerdo con la teoría, según el efecto deseado se dividen en físico y conductual, el efecto físico es destruir, neutralizar y aislar a un objetivo determinado; mientras el efecto conductual es desmoralizar, paralizar, engañar e influenciar al enemigo.

— ¿Qué es lo que se está aplicando?

—El país lleva aproximadamente cinco años sometido a diferentes mecanismos de guerra no convencional y bien podríamos decir a operaciones basadas en efecto. Hemos sufrido un boicot en el suministro de alimentos, especialmente en las vías de distribución, generando un desabastecimiento programado, sometiendo a la población a una incesante búsqueda de los bienes esenciales, las llamadas sanciones “inteligentes” para bloquear cualquier forma de financiamiento y comercialización. Analizando estas operaciones, parece indicar que la estrategia a Venezuela es la parálisis estratégica del Estado, especialmente la parálisis de PDVSA disminuyendo al máximo la producción de crudo, generando consecuencias de carácter geopolítico y de conmoción social a lo interno del país.

La entrevista culmina con la convicción de que el Estado venezolano debe prepararse para un conflicto difuso que se peleará de manera “asimétrica” palmo a palmo en cada rincón del país, y donde las acciones terroristas serán punta de lanza. Destruir la cotidianidad y la paz del pueblo venezolano, para así vencer por agotamiento es el objetivo puesto sobre la mesa.


JOSÉ NEGRÓN VALERA / SPUTNIK NEWS

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