José Laurencio Silva: Punta de lanza de la lealtad bolivariana
Publicado: 07/09/2021 02:52 PM
Hace hoy 230 años, desposeído de bienes de fortuna,
nace el 07 de septiembre de 1791, en la Villa de Nuestra Señora del Tinaco –
estado Cojedes, una de las más grandes lanzas de nuestra historia: José
Laurencio Silva.
En 1810, cuando la Capitanía General de Venezuela
declara su independencia, el joven José Laurencio Silva se suma al ejército
patriota con tan solo 18 años. Nuestro país cuenta con una población de 900.000 habitantes, la Nueva Granada tiene
1.257.000, Ecuador 1.210.000, Perú 1.100.000 y el Istmo de Panamá 80.000
habitantes. Entre 1.809 y 1826, en estos teatros de guerra se
libran 146 batallas terrestres y 350 acciones bélicas
efectuadas para expulsar al imperialismo español y acabar con 300 años de
saqueo, ultrajes y pillaje colonial.
Al sellarse en Ayacucho la derrota total del imperio
español, los neogranadinos, ecuatorianos
y peruanos conservan casi intactas sus infraestructuras urbanas, ingenios
azucareros, plantaciones agrícolas, aparato semi-industrial y agro ganadero. Su
vida social transcurre casi sin alteraciones Su densidad demográfica y aparato
productivo no sufre mayores daños. Venezuela, en cambio, ha entregado más de
400.000 vidas a la causa libertadora. Nuestro territorio es el escenario de 81
de las más 146 batallas libradas desde Caracas hasta Perú y Bolivia. Nuestra economía queda arrasada,
nuestras ciudades arruinadas y los núcleos familiares aniquilados o dispersos
por las Antillas. La población total de nuestro país apenas sobrepasaba los
500.000 habitantes.
Durante la Primera República, J.L. Silva participa
bajo las órdenes del generalísimo Francisco de Miranda en la toma de Valencia.
Cuando cae la república, con tan solo 19 años se refugia en los bosques de
Cojedes y Guárico donde se desempeña como líder guerrillero. Es hecho
prisionero y frente al pelotón de fusilamiento se salva milagrosamente gracias
a las suplicas e intervención de su madre. En suelos cojedeños y apureños es
participe en las batallas de Cojedes,
Taguanes, El Baúl, El Pao y Queseras del Medio,
Es lanza mayor en la Campaña del Sur. Silva siempre
esta a la vanguardia bajo las órdenes de
Simón Bolívar, juntos recorren más de 2.000 km y su lanza se destaca ferozmente
en las batallas de Boyacá, Pichincha, Bombona y
Junín. En la Batalla
de Ayacucho sirve bajo las órdenes de Antonio José de Sucre, como
primera lanza de ataque y contención, recibe tres heridas de lanza. Sucre lo
asciende a General de Brigada y exclama: “Envidio las heridas de Silva”.
El 28 de octubre de 1825, día de San
Simón, la ciudad de Potosí ofrece al Libertador una gran recepción. En
medio de los brindis y bailes, el General Silva es rechazado por las damas de
la oligarquía local. Por su condición pigmentaria
las hermosas damas le niegan el derecho a bailar. Bolívar para saldar este
desaire se coloca en medio del gran salón, hace una reverencia y exclama:
“General José Laurencio
Silva...ilustre prócer de la independencia Americana, héroe de Junín y Ayacucho
a quien Bolivia debe inmenso amor,
Colombia admiración, Perú gratitud eterna, saben que El Libertador
quiere honrarse de bailar este vals con tan distinguido personaje”
Acto seguido El Libertador avanza hacía el asombrado
General Silva, lo reverencia, y lo lleva al centro del lugar y bailan como buenos amigos. Probablemente
recuerdan sonrientes las otras veces que han bailado joropos después de las
batallas al son de maracas, bandolas,
cuatro y arpa. El ruidoso murmullo entre
los presente se convierte en aplausos opacan a la orquesta.
En 1827 se casa con Felicia Bolívar Tinoco,
hija de Juan Vicente Palacios,
hermano de El Libertador. De dicha unión nacen: María, Trinidad, Emilia, Josefa,
Juan Vicente, Simón y Felicia. Fuera del matrimonio procrea una hija
que posteriormente se casa con el Presidente de la República Julián Castro.
En diciembre de
1830, en Santa Marta, fiel hasta las últimas instancias, no se aparta
de El Libertador en su agonía. En el trance final, el general Silva, al ver
los atuendos de Bolívar rotos y en mal estado, le puso una camisa suya de seda blanca. Días antes
es designado por el propio Bolívar como
su fideicomisario y albacea testamentario.
En 1959, en medio de las contradicciones de la Guerra
Federal, conferencia con el General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora, y en contra de la voluntad de
la godarria caraqueña, desiste del combate contra su antiguo subalterno y amigo
con quien hubo de evitar una invasión
extranjera perpetrada por el General Páez desde República
Dominicana. Al fragor de aquella guerra fratricida, su sabiduría
campesina de buen llanero, le sabe señalar de que lado están los verdaderos seguidores de
Bolívar.
A su entrada a Caracas fue objeto de burlas y hubo más
de una dama goda, de alto linaje mantuano, que no escatima gestos de desprecio
para lanzar desde los mantuanos balcones el contenido de sus bacinillas sobre
la humanidad del general J.L. Silva mientras este respetuoso pasa a caballo
hacia su residencia.
Al morir J.L. Silva en Valencia el 27 de febrero de
1873, los médicos que revisaron la humanidad del viejo general anotaron: 9
heridas de lanza (tres de las cuales recibió en Ayacucho), 6 heridas de bala y
35 heridas menores de sable y esquirlas. Dictaminaron: “su cuerpo parece una
criba”
Leal a Bolívar hasta su último aliento, libre de
avaricias políticas y vanidades mundanas, e inquebrantable en su espíritu patriótico de servicio incondicional a
Venezuela, se eleva ante nosotros para siempre
al eterno Panteón de los héroes de la patria.
ALEJANDRO CARRILLO