Juan Vives Suriá: Faro de paz, fuente de sabiduria y apostol de los Derechos Humanos
Publicado: 27/06/2019 01:01 PM
El 26 de junio de
2004, hace ya quince años, partió a la eternidad el incansable luchador social
y apóstol de los derechos humanos Juan Vives Suriá. Su condición de sacerdote
no fue obstáculo para que hiciera votos perpetuos por la causa de la liberación
de los pueblos de América Latina y el Caribe,
por una iglesia inclusiva, ecuménica y entregada a la opción de los
pobres.
Días antes de su
inminente vuelo al infinito el Comandante Hugo Chávez sostuvo una larga
conversación telefónica cuyo contenido giro en torno al gran poder de la
humildad en el ejercicio diario del liderazgo político. La humildad como carisma fundamental que debe ejercer un
verdadero líder del pueblo. Juan Vives comentó en ese conversatorio sobre el
verdadero significado de esta virtud política, es como un cable a tierra que nos permite mantener el
rumbo franco de la praxis social, significa estar íntimamente consciente y
conectado con la realidad y sobre todo saber escuchar y mantener activo un
radar que capte el buen sendero por andar.
La humildad como
herramienta de cambio permite ver lo concreto, lo real, lo que sucede, permite
quitar los adornos innecesarios de los problemas a resolver. La humildad es la
verdad sin ornamentos, pura y simple, sin barroquismos intelectuales ni elementos
que distorsionen su función iluminadora. Solo así la verdad resplandece para no
extraviarnos en la vanidad, la megalomanía y los prejuicios.
La humildad es
contraria a la vanidad política, al orgullo burocrático, al desmán en el
tratamiento con el público, es una antena que nos permite conectarnos con los
demás e irradiar soluciones visibles y contundentes tanto en la alta política
como en todos los niveles de su ejercicio. La humildad es la forma más asertiva
de mantener el rumbo de cualquier revolución y hacerla imperecedera en el
tiempo.
En ese orden de ideas
transcurrieron las palabras de mutuo afecto y admiración que ambos interlocutores
se profesaron entre si y la secuencia de consejos, que un Presidente legítimo
en ejercicio de sus funciones, solicitó al sumo sacerdote de los derechos
humanos en Venezuela, quien ligero de equipaje ya se preparaba para el viaje
definitivo.
Uno de los grandes
legados del Padre Vives Suriá fue poner sobre la brújula de la función pública
los nuevos puntos cardinales del comportamiento ético y moral de quienes están
llamados a servir a los demás desde el gobierno; y que deben surcar nuevos horizontes en la
perspectiva de una Venezuela digna y ejemplar para todas las naciones del
mundo.
La estulticia
política existe y es un pecado grave no saber escuchar a los demás, no poner
atención a los problemas del pueblo, gerenciar a espaldas de los demás es un
acto de traición, no oír el clamor de los asuntos de estado que debemos
acometer con prontitud es deslealtad, procrastinar nuestros deberes ya sea en
asuntos civiles, militares o como administradores de la cosa pública es un acto
de felonía y un lujo que nos puede costar muy caro.
Varios
días después de esta íntima comunicación telefónica el Padre Vives, aquel que
el 13 de abril de 2002 retomó el canal VTV e hizo un llamado a la no
retaliación, aquel que dió refugio a tantos perseguidos políticos del cono sur,
aquel que se bajó de los púlpitos para
hacer apostolado y ejercicio de oración con los pobres, aquel que propago la
cultura nacional e instauro el concursos
de aguinaldos, aquel infatigable hacedor de sueños, entregó su último aliento
terrenal para incorporarse al plano de la lucha sobrenatural desde donde sigue
batallando con nosotros por un mundo mejor.
A tres lustros de su
viaje a la eternidad es imposible olvidar las misas cargadas de sabor popular,
con el negro Antonio Martínez entonando “El Papagayo” y sus homilías
reveladoras de un verdadero espíritu comunitario.
¡Hasta luego cura
socialista, sacerdote obrero, apóstol de la paz, tu ejemplo nos ilumina y tu
memoria nos da ánimos revolucionarios!
¡Juan Vives vive
entre nosotros!
ALEJANDRO CARIILLO G.-