La Sociedad Patriótica de julio de 1811
Publicado: 04/07/2020 10:53 AM
Cuatro hechos
marcaron profundamente la vida de Simón Bolívar antes de dar su primer gran discurso como miembro del
primer partido político de la Historia de
Venezuela: La Sociedad Patriótica.
Primero, la viudez
prematura que destruyó toda esperanza de una apacible existencia rodeado de
hijos y lujos al lado de su entrañable María Teresa del Toro, a quien la fiebre amarilla se
llevó. Bolívar apasionado auténtico,
supo muy bien que su destino no era ser el “Alcalde
de San Mateo”, ni administrador de las ricas minas de Aroa y doce mansiones
coloniales, ni recolector de inmensas cosechas de caña de azúcar, ni fabricante
de finos rones, ni contabilizador de cientos de miles de quintales de café y otras tantas fanegas de
cacao, o propietario miles de cabezas de ganado, de cosechas de índigo, del trigo
de Aragua y el verdugo de agotadoras jornadas de esclavismo. Podría haber
comprado un título nobiliario y ser Grande de España. No sería
ni mantuano, ni godo, a todo eso
renunció.
Segundo, aunque
en principio desestimó la invitación formal del embajador de español para estar
en primera fila, el 2 de diciembre de 1804, Bolívar presenció, desde un ángulo
discreto, en la Catedral del Notre Dame, la suntuosa ceremonia de Coronación de Napoleón. Para el joven
caraqueño de 21 años, que había fraguado su alma en las espartanas enseñanzas
de Rousseau, bajo la filosofía Republicana de su maestro Rodríguez, el acto le
pareció ser la danza de los hipócritas.
Ese día para él: “La Gloria de Napoleón
descendió a los infiernos”.
El más grande y
admirado genio militar de la historia, hijo de la Revolución Francesa – *
Libertad * Igualdad * Fraternidad * - había puesto sobre su cabeza la corona de
la contradicción. La decepción y revuelo fue tal que las figuras más
importantes del romanticismo retiraron su apoyo al gigante corso. Goethe,
Schiller, Humboldt, Byron y Shelley hicieron pública su protesta y algunos
rompieron las obras que le habían dedicado en señal de desaprobación; el mismo
Beethoven destruyó los originales de la partitura de la Sinfonía “Heroica” dedicada a Bonaparte y la reescribió
rebautizándola como 3ra. Sinfonía.
¿Cómo no entender que tanto la Ilustración
como el Romanticismo eran corrientes anti absolutistas y anti monárquicas?
Bolívar aprendió la lección de por vida, se desmarcó de esa ostentación y dio
muestras fehacientes de ello. La vanidad y la gloria no fueron los combustibles
que alimentaron la fuerza moral de su espada libertadora.
Tercero, el
encuentro en Francia con su maestro Simón Rodríguez. Este conocía bien la
inmensa sensibilidad humana, el trance
de luto que vivía y la influencia que el entorno napoleónico de
París ejercía sobre su alumno. El maestro lo reconcilió con los libros y
recurrió a la metodología educativa de
Juan Jacobo Rousseau: lecturas (especialmente el Contrato Social y el “Emilio”) y una larga caminata
para levantar la moral. Antídoto contra la influencias de los salones parisinos,
y arma segura para fraguar un espíritu de lucha invencible. La travesía duró once días, comenzó en la ciudad
de Lyon, cruzaron los Alpes a pie, de allí recorrieron 992 km., a caballo, hasta llegar a Roma; para desembocar en el más importante evento de su juventud: El
Juramento o Voto del Monte Sacro.
En adelante,
para Bolívar, esta fue su insignia, su impulso inicial, fue el kilómetro cero
de su carrera y la antorcha que le enseño que la política es el arte de lo imposible. Desde su juramento en
la montaña romana, venciendo todos los obstáculos, hasta la liberación de cinco
naciones cumplió hasta la última letra de esta solemne promesa. Por eso se
llamó asimismo El Hombre de las Dificultades.
El cuarto evento lo desembarca desde Londres a su
tierra natal con la creación de la Sociedad
Patriótica, organización de jóvenes radicales creada en principio para
favorecer la floreciente economía (Sociedad de Agricultura y Economía). Es el primer
partido político histórico venezolano, fundado y liderado por Francisco de Miranda. Llegó a tener en Caracas
600 miembros inscritos, con la participación activa de las mujeres. Posteriormente
se constituyeron y juraron lealtad otras filiales en Barcelona, Barinas,
Valencia y Puerto Cabello. En la
madrugada de una de las intensas reuniones y debates se
compuso la música y letra de la que entonces se conoció como “la marsellesa venezolana”, hoy himno
nacional.
Luego la Sociedad Patriótica devino en caja de resonancia
política de la naciente República,
órgano plenamente revolucionario de estilo jacobino y centro dialéctico para la
batalla de las ideas. Sus objetivos consistían fundamentalmente en lograr expulsar al decadente imperio español para establecer
un sistema republicano y democrático. Tenía un reglamento interno de debates y
su órgano de difusión era “El Patriota”, del cual circularon siete
números.
En las sesiones del 3 al 5 de julio de 1811, momentos de la redacción final y Declaración
del Acta de Independencia, Bolívar, auténtico radical, en representación de la
sociedad, se enfrentó al ala conservadora del Congreso Constituyente, cuyos
mantuanos, godos malandrines, defensores de los derechos de la corona,
persistían en detener el curso de la historia. El futuro Libertador se
pronunció en los siguientes términos:
«No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el
cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa
unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad;
unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una
mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera
estar decidido.
¿Y qué dicen? que debemos comenzar por
una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía
extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué
nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si
estamos resultados a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas
cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos
años de calma ¿no basta?
La Junta Patriótica respeta, como debe,
al Congreso de la nación, pero el Congreso
debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad
suramericana: vacilar es perdernos».
Bolívar, como
heredero de una gran fortuna, era uno de los hombres más ricos de la periferia
del imperio español, sin embargo, al igual que otros jóvenes integrantes de la
Sociedad Patriótica, lo dieron todo por la creación de una república soberana e
independiente, democrática, libre de toda dominación extranjera, que velara por el bienestar del pueblo en general, sin
distinción de rango social, privilegios nobiliarios, burocráticos o pureza de
sangre.
Después del
terremoto del 26 de marzo de 1812 y en virtud de la conformación del Primer
Ejército Republicano, sus integrantes pasaron a formar filas y la sociedad se
disolvió
El Acta de
Independencia original, junto con otros documentos del Congreso Constituyente
de 1810, estuvieron extraviados por 96 años. Estos originales pasaron de mano
en mano hasta que fortuitamente apareció en Valencia, dentro del doble fondo de una banqueta de
piano, en casa de la familia del Dr. Navas Spínola. Su hallazgo corroboró que
la copia que se resguardaba en el cofre del Salón Elíptico era un facsímil fiel y exacto del original
(Documentos Interesantes de Venezuela, Londres – 1812).
Bolívar fue el
primero en todo el continente en manumitir a sus esclavos, al igual que
hicieron los Ustariz, los Toro, los Ayala y los Montilla. Venezuela fue la primera posesión española de ultramar en
declarar su independencia absoluta. Todo este arrojo fue debido a una
generación sobresaliente que nunca claudicó ante un imperio caduco que se
desplomaba en el vacío bajo el peso de sus propias contradicciones.
Debe sobresalir
en nosotros el respeto y admiración al total desprendimiento de la legendaria
Juventud Revolucionaria de la Sociedad Patriótica de Venezuela.
La entrega de sus bienes y vidas, por una causa justa, es la herencia más
preciada que marca el rumbo de los difíciles tiempos que hoy nos toca vivir. Rendimos
homenaje a las mujeres y hombres de la gloriosa generación libertadora de 1811.
¡Unidad, lucha,
batalla y victoria! ¡Venceremos!