Las revoluciones burguesas
Publicado: 24/10/2018 03:41 PM
El período histórico
iniciado con la construcción de las primeras fábricas del mundo moderno en
Lancashire – Inglaterra, en el siglo XVIII, y la aparición de un nuevo ideario
político que sentó las bases de
Revolución Francesa en 1789, son lo que conocemos como el triunfo de las
revoluciones capitalistas. Fueron promovidas por las altas, medianas y pequeñas
burguesías, y movidas por la fuerza laboral de las bases populares obreras y los soldados
uniformados. Tanto el conocimiento científico de la inglesa, como la fuerza
política de la Declaración de los Derechos del Hombre de la francesa, eran
producto del laboratorio de energías sociales diversas, en los cuales estaban
sumidos los factores principales que dieron fuerza y vida a las mismas;
fundamentalmente el pueblo fue el factor
principal.
La conocida como la Revolución Industrial anglo
sajona desalojó a las clases campesinas de sus predios rurales para marginarlos
en cinturones de miseria urbana y esclavizarlos bajo la compra venta o alquiler
de su fuerza de trabajo. Es la revolución de las máquinas. Los sistemas de manufacturas y artesanales fueron sustituidos
por la industria. El ícono esencial es la locomotora, los tendidos ferroviarios
y sus vagones cambiaron la faz de Europa
y el mundo.
Inglaterra se convirtió
en el gran taller del orbe y las rutas marítimas de su imperio eran como un
gran sistema de arterial que llevaba hasta el corazón de sus fábricas todas las materias primas que se
expoliaban de África, Asia, India y América Latina; para luego regresarlas como
mercancías al mismo lugar de origen de dónde venían.
Casi toda Inglaterra
fue desforestada, las tierras de cultivo fueron transformados en campos para
ovejas para la industria textil. Las familias campesinas fueron desplazadas
hacia las ciudades para engrosar el ejército de obreros asalariados. La lana se
cotizaba más alto que los cereales y el carbón.
Se acabó así con la
propiedad comunal de los campos en manos de agricultores, dando fin a los centros productivos ancestrales, exterminando
bosques y colmando las urbes inglesas con un espeso “smoke” de carbón
irrespirable. De los millones de chimeneas, alimentadas por el carbón de las
minas de Gales, emanaba la primera forma
conocida de contaminación atmosférica masiva y las secuelas de enfermedades pulmonares colectivas.
Entre 1801 y 1831 los
“landlords” de la cámara alta del parlamento inglés entregaron a los
landlord-terratenientes de las provincias 1.422.266,85 hectáreas de tierras del
campesinado. Así la codicia de
las altas, medianas y bajas burguesías locales fueron plenamente
satisfechas y los campesinos fueron arrojados a la pobreza extrema.
La duquesa de
Sutherland para satisfacer la voracidad de sus arcas y sostener su tren de
vida, mando a expulsar a 15.000 campesinos de su condado, estos al resistirse
fueron expulsados de sus tierras, sus cottages (vivienda rural campesina
inglesa) fueron destruidos, y las
desventuradas familias arrojadas hacia la orilla del mar y barrios pobres de
las ciudades vecinas. Por métodos parecidos la población campesina en general
fue violentamente expropiada de sus cottages y del suelo donde trabajaban; se
hizo pordiosera, vagabunda y
errante; fue sometida a leyes de
un terrorismo grotesco mediante salarios de hambre y jornadas laborales
extenuantes que incluían a mujeres y niños.
En los comienzos de
la revolución industrial la jornada laboral estaba limitada a la resistencia
física del trabajador. El día ordinario de trabajo comenzaba a las 5:00 am y
terminaba a las 20:30 pm.
Para los obreros la
subalimentación era normal y estaba considerada como un estado crónico y
generalizado. Los mejor pagados no dejaban de habitar casas completamente
inadecuadas, degradantes para los adultos y perniciosa para los niños. En un solo
“cottage” se abarrotaban varias familias enteras cuya condición de vida
adquiría visos dantescos. Durante los crudos inviernos eran millares los niños
y ancianos malnutridos que ingresaban a las estadísticas a causa del extremo
frío.
Chales Dickens en su
Oliver Twist y los cuentos navideños descríbe con genial acierto las escenas de avaricia y codicia burguesa; así como de
niños huérfanos errantes y calles llenas de hambruna que se confundían
en la bruma londinense.
Lord Byron y Percy Shelly levantaron su voz de protesta en alerta
por la brutalidad de la industrialización salvaje. La esposa de este último, Mary
Shelley, deja plasmada en su obra “Frankenstein o el Prometeo moderno” la trama de un monstruo
artificialmente creado por obra de la electricidad aplicada a un cuerpo
inerte y que da vida a un ser con fuerza
incontrolable y suficientemente
capaz de destruir inclusive a su propio creador.
Son los hombres de
letras y las mujeres poetisas los primeros que se rebelan y denuncian el
entuerto capitalista de la revolución industrial. Byron bautiza su barco con el
nombre de “Bolívar”, envía cartas
oficiales, hace serios planes para venir
a vivir a Venezuela y participar en la creación de una nación de hombres y
mujeres libres. Previamente se alistó en
las filas revolucionarias del pueblo griego que luchaba contra la opresión del
imperio otomano y allí ofrendó su vida por la causa de la libertad, la igualdad y la fraternidad de los pueblos.
Karl Marx, Federico Engels y los primeros estrategas que organizaron el poder obrero sindical, fueron testigos de primera mano de este estado de descomposición, sirviendo todas estas iniquidades como materia prima para elaborar el Manifiesto Comunista en 1848, lo cual pone fin al primer ciclo del sistema de expoliación e industrialización capitalista; y abrió las puertas a todos los pueblos de mundo para gerenciar sus propias revoluciones y propiciar los cambios políticos necesarios para garantizar la preservación del bienestar común , la justicia social y la sobre vivencia de la especie humana.