Los idus de marzo
Publicado: 30/03/2021 08:40 AM
En latín macarrónico,
este título se traduciría como el paso del tercer mes del año. Es decir ya
marzo se va con el rebrote brutal de la pandemia que azota y socaba las bases
de la plaga neoliberal. Una peste natural contra una peste creada por la
avaricia de unas pocas potencias. Estados Unidos, Europa e Israel compiten por
destruir a sus vecinos. El covid -19 para el imperialismo es una oportunidad para
amasar grandes fortunas con la producción y monopolio de las vacunas. Para los
grandes laboratorios farmacéuticos la enfermedad es el negocio, salvar vidas
no.
En síntesis estamos
viviendo una época bisagra que exige grandes cambios y nuevos rumbos. Existen
serias amenazas reales de un cataclismo ambiental y/o nuclear de magnitudes
apocalípticas. El capitalismo depredador queda al desnudo y postrado de
rodillas mientras planifica reducir la población mundial. En el llamado reloj
atómico estamos a minutos de una hecatombe. El minotauro de la “civilización
occidental” con su culto al dinero, su insaciable sed de guerras y sangre
inocente esta contando su último ciclo de vida. Venezuela permanece erguida, de
pie, digna y valerosa como un faro de
salvación para la humanidad. Un mundo
nuevo es posible y nosotros lo estamos construyendo.
Ahora bien, en el
sentido estricto (stricto sensu), de
la memoria histórica, los vientos de marzo corren insertos en el mes de traidores, felones y conspiradores de oficio. Esta mala hora, es un
sinónimo íntimamente conectado a los sucesos relativos a grandes magnicidios
que han sacudido la historia universal. En principio, el término se acuño como
un día sagrado del calendario étnico religioso romano, y era temido por ser la
fecha límite para honrar indefectiblemente las deudas pendientes por pagar.
Popularmente era conocido como el día exacto de cobranza para acreedores y de pago para deudores, así como el simbólico “pase
de facturas”. Si me lo debes, me lo pagas.
Los idus de marzo, es
el símbolo de las puñaladas por la espalda y refiere en concreto a un evento ocurrido hace
más de más de dos milenios cuando la oligarquía romana se agavilló sobre Julio
César para asesinarlo. El pasado 15 marzo se conmemoraron los 2065 años de este
magnicidio y las repercusiones de la obra y muerte del refundador de Roma
todavía subsisten en la vida actual. Hoy
en día, en el preciso lugar donde fue cremado su cuerpo, todos los años amanece
cubierto de flores, grafitis y ofrendas
del pueblo italiano.
El hecho cierto es
que el vocablo nos indica que a mediados de este mes ocurrió el magnicidio más renombrado de todos
los tiempos. El trágico evento cambio
todos los parámetros existentes y se
ha perpetuado por la obra escrita de
historiadores, escritores y dramaturgos:
William Shakespeare,
Bernard Shaw, Tácito, Plutarco, Suetonio y Cicerón, han sido las fuentes más
fiables sobre este brutal hecho de sangre. Igualmente importante son las obras de teatro e innumerables obras de arte,
que pintan la antigua, pero aún vigente voz que propaga el milenario complot
que dio fin a la vida de Julio César.
Tras quinientos años
de tiranía de la oligarquía senatorial y cien años de guerras civiles entre
monárquicos y republicanos, Julio César, jefe del partido de los populares,
derrotó al bando opositor del partido los óptimos
(los mejores). Estos últimos ejercían un sistema de opresión y despojo
contra el pueblo romano. Era un sistema de gobierno totalitario que estaba basado en
el linaje de rancios apellidos patricios, algunos de los cuales creían
descender de los dioses (principio arcaico del derecho divino absolutista).
Este conclave de familias, de rango senatorial, corrompieron, a
los límites de hacer inoperantes, todas las instituciones republicanas. Esta
oligogracia, por cinco siglos, trató de
imitar a Grecia en todos sus aspectos,
creando así un régimen totalitario de desigualdades. En aquella fiebre
centenaria de copiar en todo los patrones de la cultura griega (experta en los
asuntos de la polis, cuna de la democracia, madre de todas las artes y las
ciencias), pasaron por alto que era un sistema excluyente, cuya economía tenia
entre uno de sus pilares fundamentales
la esclavitud y el empobrecimiento de las mayorías.
Al ganar la guerra, César
comenzó derogando el inexacto calendario lunar y lo sustituyó por el actual
calendario solar de 365 días, esto causó malestar en la clase sacerdotal y
enfureció a las sectas étnico-religiosas.
Acabo con los abusos de la ultraderecha romana, pago la deuda pública, ordenó
el pago de un bono popular, otorgó tierras y subvenciones a las familias con
muchos hijos, distribuyó tierras y salarios justos a sus soldados. Extinguió
las revueltas y matanzas, dio garantías y trabajo a los disidentes de su partido. Decreto el derecho de ciudadanía a las
habitantes de provincias extranjeras, en
especial a la comunidad judía con quienes tenia excelentes tratos. Incremento
el número de tribunos de la plebe, dándole voz propia al pueblo en las
deliberaciones de la cámara de los ilustres viejos y seniles (senado). Para
mejorar la devastada economía ejecutó obras públicas de gran magnitud,
acueductos de hasta 72 km de longitud y disminuyó el desempleo. Mando a
construir un sistema de viviendas multifamiliares (las insulae) de cinco pisos...alguna de las cuales estuvieron
habitadas hasta 1932. Creo en torno a
Roma una atmósfera política de plena estabilidad social con garantías de paz
para el soldado, tierra para el campesino y trabajo para el pueblo.
En cuanto a sus
enemigos declarados dio un trato especial, dejó en claro su respeto a las
instituciones de la República Romana, que estos representaban, designó nuevos
magistrados para la administración de justicia, amplio el número de curules
ante el Senado y promulgo leyes de carácter social para favorecer al pueblo en
sus aspiraciones laborales y salariales.
En varias
oportunidades rechazó la reiterada proposición de ser coronado monarca, y
varias veces, en público, ante la aclamación del pueblo que exclamaba consignas
de: “rey, rey, rey”, tajantemente respondió: “¡Rey no, Cesar!”, lo cual lo hizo aún más querido por las
multitudes. De este esfuerzo por alcanzar la paz nació la conjunción del Senado, Pueblo y
Fuerzas Armadas como núcleo y sumatoria indiscutible del poder político,
militar y económico (SPQR).
En ese entonces,
Roma, la capital, tenía 1.500.000 habitantes, Tendrían que pasar 1.800 años
para que una ciudad occidental alcanzara una densidad demográfica de esa
magnitud. La península itálica (la bota) contaba con 6.000.000 de habitantes y
sus provincias (desde la actual Francia hasta Siria) tenían en total 54.000.000 de habitantes En todos estos confines la popularidad del
General Julio César era enorme. Lograr en estas dimensiones la paz, el cese de
las guerras fratricidas y el fin de un sistema caduco es un hecho de naturaleza
histórica trascendental. Solo un grupúsculo de oligarcas, del entorno
capitalino, quería seguir usufructuando el poder al modo antiguo, y por ello
confabulados en un golpe de facto decretaron trágica muerte.
Esa mañana del día 15
de marzo, camino al Senado, un mendigo invidente, a su vez clarividente, se
interpuso en su camino para prevenirlo sobre el ambiente conspirativo que lo
rodeaba:
“los vientos de
una traición soplan sobre ti, César”
Su mano derecha,
Marco Antonio, lo interceptó en las escaleras que ascendían a la Curia (sala de
sesiones del Senado) para prevenirlo de un plan para asesinarlo. Julio César se
confío, puso en duda los consejos de su
más fiel servidor, sobre estimo la inmensa popularidad que lo protegía. El era
el héroe indiscutible del pueblo y el mejor general de sus soldados. En uno de
sus últimos decretos perdonó la vida a todos sus rivales políticos que habían
sido condenados a prisión o pena capital,
y los designó para ejercer cargos importantes.
Después de subir las
escalinatas del foro romano, llegó a la sala de la curia. Allí, fue cercado por
los conjurados y recibió 23 puñaladas,
la más dolorosa de todas fue la que le propino su hijo adoptivo, joven promesa
de la política romana: Bruto. Como un gesto de última grandeza se cubrió el
rostro con la toga para no ver la cara de sus asesinos y ocultar la
transfiguración de su rostro en las muecas de la muerte.
La alta estima y
consideración que profesaba a sus hijos putativos, colaboradores y la elección
de abyectos hipócritas para cargos importantes, es uno de los errores
garrafales cometidos por Cesar. Confiar
ciegamente y otorgar poder excesivo es engendrar el monstruo del favoritismo.
Los favoritos usan ese exceso de poder para beneficio propio y como un cuchillo, para empuñarlo, contra su
jefe benefactor. Los entornos de poder
son el primer gran enemigo de un buen mandatario. Hay que rodearse gente digna
que entienda la lealtad como una vocación de servicio inalienable. Hay que
rodearse de pueblo llano y sano.
Acto seguido, los cesaricidas corrieron con el cadáver en brazos y bajaron las innumerables gradas para
presentárselo al pueblo gritando: Libertad!
Libertad! Libertad! Claro, por
supuesto, gritaban desaforados a
garganta batiente acerca de la libertad que tienen los ricos de seguir explotando a los pobres. La masa
enardecida comenzó a arrojarle piedras y entonces la oligarquía senatorial se
percató que habían desestimado la voluntad popular, ignorando así el peso
específico que tenía Julio Cesar como representante legítimo y héroe de la
mayoría oprimida.
¿Fue César socialista
o precursor del socialismo?: No. ¿Fue populista? No. ¿Era un resentido social?:
tampoco. De hecho, tanto por las herencias recibidas, como por los méritos de
guerra, era uno de los hombres más ricos del mundo occidental. Pero no a costa
de la pobreza de los demás. Simplemente se enfrentó a la ultra derecha
senatorial enquistada en el poder por cinco siglos y quiso abrir las puertas de
una nueva era de prosperidad y bienestar compartida.
Cesar en campaña
caminaba al lado de su tropa hasta 150 km diarios, dormía al descampado con sus soldados, sentado
en torno a la fogata comía con ellos la misma mísera ración de guerra, era el
primero en la línea de batalla, sufría sed, heridas y emboscadas en igualdad de
condiciones. Cesar sabía de primera mano todo lo que sucedía entre sus líneas ,
estaba alerta de las intrigas, no se
llamaba a engaño pero sucumbió ante la danza de puñales de sus favoritos y de
aquellos que había otorgado su perdón. La magnanimidad, benevolencia y espíritu
de concordia era su más reluciente corona. También fue un extraordinario lector
y escritor, su obra refleja el talento y capacidad de un gran intelectual.
Dos libros leía Simón
Bolívar consuetudinariamente. Siempre
tenía a su lado como libros de cabecera Los
Comentarios a la Guerra de las Galias de Cesar y Los Anales de Tácito. El primero es una obra de narración pormenorizada, escrito en
tercera persona, durante nueve años de guerra con los germanos y los celtas. El segundo pertenece al primer gran
historiador que supo adentrarse en la psiquis de los pueblos y sus
protagonistas principales.
Los cesaricidas
cegados por el odio visceral contra un héroe del pueblo que amenazaba sus
privilegios erraron en todos sus
cálculos. Tanto así que el magnicidio
que ejecutaron abrió una puerta de la
historia que consagro la multiplicación
de los césares desde la fecha del cobarde, alevoso y premeditado
asesinato hasta el 29 de mayo de 1493, fecha en que cayó Constantinopla. Con
los idus de marzo terminaron las guerras civiles, cayó la omnipotente
oligarquía corrupta para dar paso a 15
siglos de cesarismo. Se perpetuó la formula indisoluble de gobierno = Senado +
Pueblo + Fuerzas Armadas; se respetaron
las instituciones republicanas, nacieron
los códigos de derecho aún vigentes, y
gobernaron los sucesores de su víctima por 1.537 años.
Desde entonces crimen
de lesa patria contra Julio César ha pasado a formar parte de los manuales de
Golpes de Estado. Tanto en Roma como en Bizancio, la práctica de los
magnicidios se repitió 36 veces. Algunos poderosos emperadores fueron
asesinados a manos de hijos adoptivos (Calígula asfixió con una almohada a su
padre político Tiberio), así como de la guardia pretoriana de turno, o de
facciones de civiles o militares en pugna por el poder absoluto. Es el efecto
domino que va paulatinamente, cada cierto tiempo, derrumbando pieza por pieza,
mandatario tras mandatario, en una suerte de rueda de la fortuna, cíclicamente
encadenada a la tracción de un eje de
tragedias. Una vez que se abre esa puerta en la historia, el ciclo no deja de
repetirse, a menos que se rompa el
viciado círculo político que lo ha engendrado.
Por último es
propicio recordar, en medio de este confinamiento que nos impone la segunda
oleada del Covid – 19 en Venezuela, los dos libros de cabecera del
Libertador arriba descritos son una
opción para adentrarnos en las lecturas que más lo apasionaron y le dieron
luces como estratega militar, diplomático, gobernante, estadista y
extraordinario hombre de letras.
A este respecto el
General Tomás Cipriano Mosquera, leal a Bolívar hasta las últimas instancias y Jefe del Estado Mayor en 1829, nos dice:
“El Libertador solía leer en sus ratos libres, meciéndose en su chinchorro. Los comentarios de César y los Anales de Tácito, eran su lectura favorita”.
ALEJANDRO CARRILLO