Tomar el cielo por asalto
Publicado: 15/05/2020 01:56 PM
Cuatro meses antes de
esa fecha Bolívar ya había iniciado su plan maestro de tomar a Venezuela por
asalto en una acción relámpago sin precedentes en la historia: La
Campaña Admirable.
El puerto de
Cartagena, navalmente bloqueado, estaba aún en manos de los independendistas,
pero las facciones libraban un forcejeo por el poder. Los liberales triunfaban
en el interior, y, los grupos más
radicales, centralistas y federalistas amenazaban con desencadenar una guerra
civil. El germen de la fragmentación social ya hacia aparición en una sociedad
signada por la violencia.
Bolívar burla el
bloqueo y es destinado a formar un pelotón en Barrancas. Al mando de doce
soldados comenzó a remar rio arriba para tomar uno a uno todos los pueblos a
orillas del Magdalena hasta derrotar a
los españoles en Ocaña y así abrir el
paso entre Bogotá y Cartagena.
Acto seguido, el 16
de febrero derrota a los realistas en la Batalla de La Aguada y el 28 de
febrero los vence en la Batalla de Cúcuta. Para ese entonces
había conformado una pequeña fuerza
armada con 500 hombres.
Algunos jefes
neogranadinos, contrariados por los éxitos de Bolívar, se opusieron al desarrollo
de la visionaria campaña. Para ellos era un lance temerario pensar que con un
puñado de 500 hombres se podía derrotar a un ejército numéricamente superior de
8.000 soldados, mejor equipados, bien alimentados y comandado por el
sanguinario y virulento Domingo Monteverde.
Finalmente, en medio
de la ojeriza de Castillo y Santander, de intrigas de palacio y varias danzas de zancadillas,
clásicas de la oligarquía bogotana, Camilo Torres, en su condición de Presidente
del Congreso, autorizó al caraqueño Simón Bolívar, de tan solo treinta años de
edad, a cruzar fronteras y jugarse la
vida ante un poderoso rival. David versus Goliat.
Partió con dos
divisiones, una al mando de su tío José Félix Ribas y otra al mando del leal
Atanasio Girardot. Entre sus jóvenes oficiales lo acompañaron Rafael Urdaneta,
Antonio Ricaurte, Jacinto Lara y Vicente Campo Elías. Entraron por San
Cristóbal.
En la iglesia de La Grita Bolívar se detuvo a orar ante el
magnífico y milagroso Cristo, ofrenda sus armas y se encomienda ante el Dios de
sus ancestros. El 23 de mayo, en Mérida, es por primera vez proclamado
Libertador.
El 15 de junio, ante
las sangrientas degollinas, efectuadas por Monteverde se ve en la obligación de
proclamar en Trujillo el Decreto de Guerra a Muerte.
Desde San Carlos
Monteverde envía tropas al encuentro y el 17 de Junio Atanasio Girardot las enfrenta
y derrota en Carache en la Batalla
de Agua de Obispo.
El 02 de Julio José
Félix Ribas, Rafael Urdaneta y Vicente Campo Elías derrotan a los monárquicos en
la Batalla
de Niquitao, fueron hechos prisioneros 540 realistas.
El 22 de julio, entre
Quibor y Barquisimeto, José Félix Ribas, Jacinto Lara y Florencio Jiménez, al
mando derrotan al ejército realista comandado por Francisco Oberto en la Batalla
de Los Horcones. Toda la artillería, material médico, 300 prisioneros y
equipos de transporte quedaron en manos de Ribas.
En la tarde del 31 de
julio, en las llanuras de Tinaquillo, Bolívar vence a los realistas comandados
por el oficial Izquierdo en la Batalla de Taguanes.
El 1º de agosto Domingo
Monteverde huye de Caracas a Puerto Cabello. El 2 de agosto Bolívar toma
Valencia y, cuatro días después, el 06 de agosto de 1813, el más grande hijo de
Caracas, entró triunfante al cielo de su
ciudad natal.
En seis meses Bolívar
fue solemnemente proclamado dos veces Libertador, recorrió 2.000 km y atravesó
dos veces la cordillera. En diciembre de 1812
remonto a remo el majestuoso Río Magdalena y libero a la arteria fluvial
más grande de Colombia de la presencia realista. Pasada la frontera tomo seis
ciudades, atravesó otros siete grandes ríos, tomo más de 1.500 prisioneros,
acaudaló cañones, municiones y armas de fuego. Con los caudales que rescato
pago el sueldo íntegro de sus soldados y con el concurso de tan solo un puñado
de valientes puso de rodillas en condición de rendición a un ejército superior
en todos los aspectos; ejército que en aquella remota orilla del imperio, representaba al más grande poder del
orbe terráqueo.
Mientras tanto Monteverde ejecutaba a todos los criollos
patriotas que caían en las redes de su implacable persecución. A su vez daba
rienda suelta a los esclavos de las
faciendas para que saldaran cuentas e hicieran justicia por sus propias
manos.
Contra la Primera
República mantuana, España promovió un zafarrancho de sangre, una guerra civil y de odio racial, de siervos contra siervos, de hermanos
contra hermanos, de esclavos manumisos
contra esclavos alzados, de guerra contra capataces y propietarios. Boves,
Monteverde, Ceballos, Antoñanzas, Morales y Rosete fueron el rudo látigo de la castiza venganza.
Más allá del logro cuantificable de las sorprendentes
victorias obtenidas por Bolívar, lo admirable de la campaña es haber retado lo
aparentemente imposible, haber desafiado lo inalcanzable. Bolívar optó por
darle un impulso continental a la Independencia, mientras que otros se miraban
al ombligo de sus ambiciones provinciales. Lo verdaderamente admirable de la campaña
es el arrojo físico, la fuerza moral, el coraje espiritual, la valentía
intelectual y el avance indetenible de un hombre aparentemente derrotado que, junto
a sus correligionarios, supo sacar energías dentro de las más duras
adversidades, abriendo para todos los pueblos de sur américa una puerta franca
a la libertad.
Allá lejos en el
viejo continente, en diciembre de 1812, en el frente ruso, el General Invierno había propinado
una dura paliza al invencible genio militar de Bonaparte, su inmenso e invicto
ejército de 800.000 soldados quedo reducido a solo 100.000 derrotados que
deambulan por la gélidas estepas donde quedaron atrapados. La península Ibérica
que había estado casi totalmente ocupada
por los ejércitos franceses, ahora libre, enviaba expediciones militares para
masacrar a los criollos blancos alzados en armas. Comenzaba una guerra de
atrocidades y venganza.
Mientras Bolívar
avanzaba sobre Caracas, el colonialismo español seguía muy bien atrincherado en
México, Cuba, Puerto Rico y el Virreinato del Perú que permanecían resueltos a
defender sus privilegios derivados de la monarquía peninsular. Las oligarquías
locales estaban prestas a ofrecer sus servicios para colaborar con España y
aplastar las rebeliones en todo el continente.
Un año antes, Bolívar
había regresado a la Nueva Granada, derrotado, sus bienes muebles e inmuebles y
grandes haciendas confiscadas, su equipaje embargado. Sobre su conciencia se
batían los episodios de los desaciertos acaecidos en el fracaso de la Primera
República, incluso llego a pensar en el suicidio.
Moralmente abatido y
en virtud de las circunstancias, pasó intempestivamente a la ofensiva, elevó su
espíritu de lucha ante todas las instancias y ante los círculos patrióticos afectos a la causa
predicó la independencia total, la insurrección total, la guerra en todos los
frentes del hemisferio…en fin, ¡tomar
el cielo por asalto!
¡Unidad, Lucha,
Batalla y Victoria! ¡Venceremos!