Malaverismos: Bernabé Gutiérrez sí tiene quien le escriba

El hombre que se quedó con la tarjeta blanca y el partido blanco y que va a participar en las elecciones, está recibiendo montones de solicitudes de gente que quiere ser candidato a diputado
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Publicado: 05/07/2020 08:09 AM

El hombre que se quedó con la tarjeta blanca y el partido blanco y que va a participar en las elecciones, está recibiendo montones de solicitudes de gente que quiere ser candidato a diputado y no sabe qué hacer con tantas cartas.

-Esto no se acaba nunca

Bernabé Gutiérrez estaba sentado detrás de su escritorio de fina caoba, mientras leía las cartas que le habían llegado ese día desde todas partes del país. Los militantes adecos le decían que estaban dispuestos a sacrificarse por Venezuela y que los nombraran diputados por sus estados.

-Y cada día llegan más.

Terminó de leer unas cuantas cartas y se echó para atrás en su silla Luis XVI. Vio que todavía le faltaban muchas cartas por leer y prefirió esperar un momento para continuar después. Y en eso uno de sus seis asistentes, se acercó y le dijo:

- Dr., el compañero Dávila quiere hablar con usted.

- Dígale que pase.

El diputado William Dávila se paró en la puerta de la oficina, y con un saludo militar le dijo a Bernabé:

- Diga en qué fila debo servirle, compañero

- Adelante, a luchar miliciano.- Le contestó Bernabé.

El diputado Dávila avanzó firme hasta el escritorio de fina caoba del compañero Bernabé, y le dijo:

-Aquí le traigo unos tequeños para que disfrute la cocina criolla. Aproveche, que todavía están calientes.

Bernabé alargó la mano y tomó dos tequeños. Los mordió y los saboreó y dijo:

- Por el aroma yo lo sé. Estos tequeños son los mismos que hace Críspula Salazar en la casa de Ramos Allup.

- Exacto, mi secretario general. Críspula trabaja ahora conmigo porque abandonó a Ramos Allup.

- ¿Se le fue Críspula, también? Y por ahí me enteré de que su fiel perro, Chicharrón, también lo abandonó.

Los dos hombres sonrieron mientras disfrutaban de los tequeños que la señora Críspula le había preparado al compañero Bernabé. Y Dávila le preguntó.

- ¿Y ese montón de cartas, compañero?

- La gente que quiere ser diputado por sus estados. Me piden que los nombre de una vez para ponerse en campaña. Todos están dispuestos a sacrificarse por Venezuela

- Y ¿por qué por carta, si nadie escribe cartas?

- Porque les pedí que no me llamaran por teléfono ni me escribieran correos, porque el gobierno se puede enterar de nuestros planes. Y les pedí que lo hicieran por carta, y ahora tengo este problema.

- ¿Y les puso un plazo?

- No. Y cada día llegan más. Tengo ganas de poner un twitter para decir: Cerrado. No hay cupo.

- Hay que entregar las listas a partir  del primero de agosto.

- Es verdad. Y eso me tiene loco. El único que no quiere ser diputado en AD es Ramos Allup.

Los dos hombres volvieron a carcajearse. Dávila se puso de pie y abrazó a Bernabé y le dijo:

- Ese sentido del humor de usted que lo hace tan grande, compañero.

- Tú como que vienes buscando también tú cupo, compañero Dávila.

- Exacto, mi secretario general.

- Tranquilo. Yo te tengo en la lista.

El diputado Dávila vio para el techo de la oficina de Bernabé Gutiérrez buscando una palabra para dar las gracias y no la encontró. Movió la cabeza varias veces como tratando de que le saliera la palabra, pero no dio con ella.

En ese momento entró otro de los seis asientes de Bernabé a la oficina y dijo:

-El señor Ismael García lo está llamando, Dr. Bernabé.

-Dígale que si es para ser candidato a diputado que mande su carta, que no recibo llamadas para eso. Además, ese compañero es tan falso como Ramos Allup diciendo fraude.

Otra vez los dos hombres celebraron la frase. Y Bernabé, sacándose su pañuelo blanco con las iniciales del partido AD, para limpiarse las lágrimas que le había producido su risa, le dijo a Dávila:

-Bueno, William. Gracias por los tequeños, salúdame a Críspula. Voy a seguir leyendo cartas para preparar la lista de los vencedores.

El diputado Dávila se puso de pie. Se acercó a a la silla Luis XVI de Bernabé y le estrechó la mano. Después, caminó hacia la salida y, antes de llegar a la puerta, se volvió y le cantó:

-Adelante, a luchar miliciano.

Y abandonó la oficina de Bernabé Gutiérrez en la quinta Alfaro Ucero.

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