Nocaut a la MUD: ¡Entérese por qué se le mojó la pólvora!
Publicado: 19/09/2016 06:31 PM
Este fin de semana, dos analistas coincidieron en el efecto implosivo que -aguas adentro- vive la dirigencia oposicionista enquistada en la denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD). José Vicente Rangel y Maryclen Stelling, cada uno a su estilo, desarroparon corajudamente la verdad que penetra el corazón de esa organización que -dicho sea de paso y vista sus actuaciones tanto previas como actuales- cada vez parece colindar más con el campo de la ilegalidad como única y lamentable fórmula de sobrevivencia.
La MUD tiene la pólvora mojada. Lo sabe cada uno de quienes aún suman sus voluntades en aras de derrocar el Gobierno constitucional de Nicolás Maduro Moros. La “movilización” del 1ro de septiembre y las cada vez más disminuidas concentraciones de los días más recientes, no han hecho sino enrostrar a su vocería la marca de la derrota cantada a partir del irrespeto -justamente- de una constitucionalidad profundamente incrustada en el civismo del pueblo, incluyendo al opositor.
Uno de sus mayores barrancos fue apostar a la explosión social. El sueño del Caracazo, convertido en Venezolanazo, se viró en una pesadilla en la que apenas parecen entrar sin tener cerca un reconfortante despertar. No supieron -o no quisieron saber- nunca que el colectivo nacional acudió hace años al velorio y entierro de las revueltas como instrumento para diligenciar la solución a sus problemas, muchos de los cuales emergieron producto de la política de sabotaje contra la dinámica diaria, que aún no cesa desde los centros de poder con asiento nacional e internacional. Y que si en algún momento se imponía acudir a ese viejo mecanismo, sería para enfrentar las intentonas contra las conquistas atesoradas en Revolución. El 13 de abril de 2002, para no ir muy lejos, es muestra de ello.
A ese primer errado cálculo deben despejarse otras penurias, porque en eso parece haberse convertido el multimillonario fondo constituido para financiar las arremetidas contra la población. La MUD debe hacer maromas para explicar a sus jefes, internos y externos, el destino dado a las nada despreciables sumas recibidas para subvertir el orden público, sumas de las que muchos de sus medios de difusión se hicieron eco en su ocasión. Recordando viejos tiempos y frases vigentes, se preguntaría el copeyano Luis Herrera Campíns: “¿Dónde están los reales?”, expresión que acuñó durante la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de la República en 1978.
Otro enigma al que tal vez nunca sepan dar respuesta quienes pretendían pulverizar la estabilidad de las instituciones, es al grado de valentía que decían tener, entendiéndose como valentía hasta la capacidad para asumir los errores en los que se ha incurrido dentro de la batalla política ¡Sería mucho pedirles!
Peligrosamente, para ellos, sus seguidores contemplan con asombro, estupefacción e impotencia, la inercia que los congeló ante la aplastante avanzada del marco legal al que despreciaron durante mucho tiempo pero -más aún- la torpeza con la que manejaron situaciones que llevaron al “descabezamiento” de los planes violentos concebidos para orquestar el terror en la población durante fechas claves. El indiscutible compromiso de los cuerpos del seguridad y su infinito apego al espíritu patriótico que en ellos sembró el Comandante Hugo Chávez, terminaron imponiéndose siempre adherido al respeto y la consideración del contrario.
Sólo el tiempo dirá si la lección propinada fue aprendida de buena manera, o si por el contrario el futuro exigirá una dosis de mayor contundencia reglamentaria. Haber intentado el Referéndum Revocatorio (RR) fuera de lapso, oxigenando ilusiones incumplibles a consecuencia de ello, debería ser uno de los mayores aprendizajes absorbidos en el seno de la contrarrevolución aunque el desconocimiento de los lapsos legales para aspirar al RR, no fue una acción fortuita.
Tal locura estuvo inscrita dentro de la estrategia orientada al uso posterior del chantaje como medio para la obtención de sus bastardos objetivos y, tan peligroso como lo anterior, la validación ante su población de dudosos y deleznables procederes que privilegiaban a la irregularidad sobre la normalidad jurídica.
DAGOBERTO MAZO