Opinión: La OEA y la invasión militar en Venezuela
Publicado: 21/09/2018 10:40 AM
Los tambores de guerra vuelven a sonar en relación a la República Bolivariana de Venezuela. El gobierno de Estados Unidos, que es igual a decir las multinacionales estadounidenses del petróleo, tienen puestos sus ojos en la mayor reserva de oro negro del planeta, que justamente está en la tierra de Bolívar, y todo indica que no van a detenerse en su intento hasta conseguirla.
Aunque la quema de hidrocarburos
como energéticos constituye la principal causa del calentamiento global,
mientras haya petróleo en el planeta estas rapaces empresas parecen dispuestas
a seguir quemándolo (¡y vendiéndolo, obteniendo fabulosas ganancias!). Las
reservas probadas que yacen en el subsuelo venezolano permitirían seguir
contaminando el planeta (y dando mucho dinero), de mantenerse el actual
consumo, al menos por casi dos siglos más.
La Organización de Estados Americanos OEA es, como
dijera hace años el Che Guevara, el “ministerio de
colonias” de Washington. Aunque eso resulte patético, ayer como hoy
es una triste verdad. Para muestra, lo que está sucediendo en este momento con
el papel jugado por su secretario general, el chileno (¿estadounidense?) Luis
Almagro.
Siguiendo muy de cerca la situación venezolana,
convirtiéndose de hecho en el vocero oficioso de Washington y de sus
multinacionales petroleras, Almagro viajó recientemente a Colombia desde donde
pidió, con el mayor descaro y violando todos los protocolos diplomáticos, la
opción militar para acabar con la Revolución Bolivariana. “En cuanto a intervención militar para derrocar
a Nicolás Maduro creo que no debemos descartar ninguna opción”.
Según su decir, dado que las múltiples reuniones elucubradas por él desde la
OEA pidiendo sanciones contra Venezuela, o abiertamente su expulsión de ese
organismo regional, no dieron los resultados esperados, ahora “el tiempo se agotó”.
¿Qué tiempo se agotó?, podríamos preguntarnos. ¿La
paciencia de la Casa Blanca será?, la cual probó numerosísimas variantes para
desplazar al gobierno venezolano ayer con Hugo Chávez, hoy con Nicolás
Maduro, siendo que ninguna de ellas le resultó. Ni golpes de Estado, paros
patronales, guarimbas, sabotajes, mercado negro, hiperinflación inducida,
desabastecimiento, provocaciones varias, pudieron torcer el rumbo del proyecto
nacionalista que hace ya cerca de dos décadas se viene desarrollando en
Venezuela. La intervención militar foránea se ve ahora como, quizá, la única
opción posible para detener el proceso político en curso.
Decir “intervención militar” es decir invasión de
fuerzas extranacionales capitaneadas por Estados Unidos, que tiene preparada
esta opción como un recurso final para recuperar esas cuantiosas reservas
petroleras, hoy nacionalizadas y manejadas por un Estado con compromiso social.
De ahí la cantidad de bases militares con alta tecnología bélica, todas
norteamericanas, que atenazan a Venezuela (7 en Colombia, 1 en Curazao, 2 en
Honduras), más el posible accionar de ejércitos nacionales de algunos países
latinoamericanos bajo el manto de la OEA, todos bajo el liderazgo militar de
Washington.
El pedido formulado por el Secretario Almagro
representa un fiel reflejo de la caracterización dada por el Che Guevara: es
una grosera intromisión del organismo regional en los asuntos internos de un
Estado miembro (la metrópoli ordenando qué hacer a sus colonias). Con esta
petición se viola flagrantemente el artículo 19 de la Carta de la OEA. Esa no
intromisión que establece el documento fundacional, estipula que no deberá
ejercerse injerencia en ninguna forma, ni militar ni bajo ningún otro aspecto:
político, diplomático, económico. Si la OEA considera que “el tiempo se agotó”,
pareciera que eso no responde a una sana y sopesada actitud diplomática de
diálogo sino a la febril mentalidad de un invasor ávido de robar lo que no le
pertenece.
Claramente, el artículo 21 de dicha carta indica en
forma tajante que el territorio de un Estado miembro es inviolable, no pudiendo
ser objeto ni de ocupación militar ni de ninguna otra medida de fuerza tomada
por otro Estado ni por el organismo, así sea en forma temporal.
Por otro lado, el artículo 22 estipula que ningún
Estado de la organización podrá acudir al uso de la fuerza, salvo en caso de
legítima defensa repeliendo una invasión.
De hecho, lo que plantea ahora la OEA a través de su
cabeza visible Luis Almagro vocero encubierto de la Casa Blanca constituye
una abierta ilegalidad en términos de derecho internacional. Es, en concreto,
un llamado a la violencia, incitando a la desestabilización de un gobierno
democráticamente electo. Es un llamado a la guerra, lisa y llanamente. Si se
quiere decir de otro modo: un absoluto absurdo en términos diplomáticos, pues
la organización que debería velar por la paz regional, está haciendo una
apología de la violencia.
Esta conducta injerencista de Almagro trajo como
respuesta inmediata del Gobierno venezolano una denuncia presentada ante la
Organización de las Naciones Unidas ONU.
Sin dudas la situación actual del país caribeño es difícil, sumamente difícil. Los ataques solapados y no tan solapados que el Gobierno de Estados Unidos, junto a las oligarquías de distintos países de la región latinoamericana, viene realizando contra Venezuela, han dejado graves secuelas.
El descontento en la población no es poco, pues la vida cotidiana se ha venido
deteriorando cada vez más en estos últimos años, a partir de la presidencia de
Nicolás Maduro. Pero queda claro que el problema no es tal o cual presidente:
es la voracidad de las compañías petroleras del país del norte que no desean
perder su botín, junto a otras innumerables riquezas que presenta el territorio
venezolano: agua dulce, gas, minerales estratégicos, oro, diamantes,
biodiversidad de su selva amazónica.
Independientemente de errores que pueda haber cometido el Gobierno bolivariano, es un imperativo ético primordial condenar enérgicamente cualquier intento de injerencia en sus asuntos internos. Los problemas de los venezolanos los deben arreglar los venezolanos. Lo demás es, pura y abiertamente, una vil invasión.
MARCELO COLUSSI/HISPANTV