Mi Delirio Sobre El Chimborazo: Obra que muestra la calidad humana y poética del Libertador

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Simón Bolívar escribió su poema inspirado cuando visitaba El Chimborazo, que es el volcán y la montaña más alta de
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Publicado: 13/10/2024 08:02 AM


El 13 de octubre de1822 el Libertador Simón Bolívar escribió Mi Delirio Sobre El Chimborazo, una de las piezas más resaltantes del romanticismo venezolano en el siglo XIX. En esa obra se puede observar la calidad humana y poética de un guerrero que llevó la libertad a seis naciones.

Simón Bolívar escribió su poema inspirado cuando visitaba El Chimborazo, que es el volcán y la montaña más alta del Ecuador y el punto más alejado del centro de la tierra, es decir el punto más cercano al espacio o el cielo como se quiera ver, razón por la cual ese lugar es llamado el punto más cercano al sol.

El Libertador, genio político y militar fue llamado el hombre de las dificultades, dado el enorme caudal de contrariedades que debió sortear para llevar a cabo la liberación de las naciones americanas del yugo español. De espada vigorosa y verbo incendiario, tuvo como distintivo fuego en el alma. Escribió su delirio con latidos de su corazón y el fervor de su sangre.

A continuación Mi Delirio Sobre El Chimborazo:

Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré! Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo. Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía. De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano… «Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Qué levantaros sobre un átomo de la creación es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano.» Sobrecogido de un terror sagrado, «¿cómo, ¡oh Tiempo!—respondí— no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino.» «Observa—me dijo—, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres.» El fantasma desapareció. Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mi propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.


REDACCIÓN MAZO



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