Tío Ho vs. Tío Sam

Tuvo tres nombres oficialmente registrados antes de asumir el definitivo Ho Chi Minh: Portador de Luz.
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Publicado: 02/09/2019 04:41 PM

Cada vez que en Venezuela se queman toneladas de droga colombiana y le acertamos duros golpes al narco-paramilitarismo uribista;  siempre que sumamos más  hectáreas de arroz o maíz a nuestras cosechas,   cuando certificamos más   kilómetros cuadrados de reservas de oro, diamante y otros minerales estratégicos; toda vez  que nos organizamos como pueblo  monolíticamente coligado para derrotar el bloqueo genocida impuesto por las santas alianzas imperiales que nos quieren asfixiar; si  ganamos terreno en el esquema productivo post petrolero; entonces el Tío Sam se acuerda de Vietnam, mete el rabo entre las piernas, y tiembla. 

Este 02 de septiembre, el frágil Tío HO CHI MINH, cumple 50 años de haber culminado toda una vida entregado al trabajo incansable de amor por su grandioso pueblo. Sobre su vida se pueden escribir varios manuales de guerra asimétrica, no convencional, y enciclopedias sobre sabiduría oriental (de la que tenemos mucho que aprender);  y bastaría una simple década, de sus 79 años de existencia, para hacer varias películas, súper taquilleras, que abarrotarían las salas de cine y sería digna de varios premios Óscar y nominaciones a múltiples premios cinematográficos.

Pero permítanme  decirles que eso sería documentar, con ejemplos contundentes de la vida real, la vergonzosa paliza que un señor de 1,51 metros de altura,  que apenas pesaba tan solo 51 kilos, le propinó al todopoderoso Tío Sam con todas sus sofisticadas armas y ejército colosal. 

La obra de este gigante de la historia contemporánea es un acertijo, envuelto en un enigma, dentro de un gran misterio.  Tuvo tres nombres oficialmente  registrados antes de asumir el definitivo Ho Chi Minh: Portador de Luz.

Su fecha de nacimiento varía dependiendo de la versión de su vida (circa 1890), tuvo más de 100 identidades y documentación secretas. Su vida marital es casi desconocida. En su andar  de infatigable jefe guerrillero  todos los días cambiaba de campamento teniendo como único equipaje su máquina de escribir y un kilo de arroz.

 Fue traductor, poliglota, asistente de cocina, lavaplatos, jardinero, periodista, chef pastelero, campesino arrocero, prisionero de guerra y por encima de todo un gran poeta dotado de una plan visionario que capturó el corazón  y la mente de un pueblo asqueado de la injusticia social que ejercieron, desde 1898, distintas potencias depredadoras de sus recursos esenciales, valga decir: mano de obra esclava, arroz y balata-látex.

Poco antes de terminar sus estudios, en un colegio destinado a las élites francesas invasoras, fue expulsado por traducir un pliego de peticiones que un grupo de nacionalistas vietnamitas quería elevar ante el gobierno francés para poner fin a los abusos y maltratos ejercido por décadas. 

De allí en adelante, a bordo de distintos barcos de vapor, ejerció el cargo de asistente de cocina, tocó casi todos los puertos importantes del mundo incluyendo el de Nueva York donde se sabe vivió por dos años. Luego en París se sumó a la fundación del Partido Comunista Francés, asistió a la Universidad Oriental Rusa y fue delegado en las reuniones del Tratado de Versalles en Ginebra, donde trato de entregar una carta al Presidente Woodrow Wilson, siendo rechazado en audiencia y desestimada su solicitud.  

Durante los años 30 se le da por muerto, recientemente se descubrió  que disfrazado con una túnica color azafrán y corte de pelo al rapa - budista, recorrió gran parte de la vecina Camboya organizando los frentes comunales socialistas que contribuirían a la formación del Partido Comunista Indochino.

Después de 30 años de ausencia, ya consciente de su contribución a la liberación de Vietnam, aprovecha el suceso del 7 de diciembre de 1941 – ataque japonés a Pearl Harbor – para regresar a pie, desde China,  hasta su natal Hanoi. Colaboró desinteresadamente con la aviación norteamericana en el rescate y devolución de pilotos derribados dentro de  las inexpugnables selvas vietnamitas, por la batería antiaérea nipona.

En esos momentos cruciales, a través de la Oficina de Servicios Secretos gringos (OSS antecesora de la CIA), envió  mensajes de solidaridad al Presidente Franklin Delano Roosevelt, invocando la descolonización de su país. De nuevo sus iniciativas de acercamiento fueron ignoradas.

Los servicios de inteligencia del  gobierno títere francés  de Vichy y los ultraderechistas chinos del gobierno de Chiang Kai-shek logran capturarlo, fue objeto del trato más cruel posible y régimen de hambre, llegó a pesar 35 kilos,  su miseria  fue peor que la de una rata china. Solo se recreaba escribiendo dulces poemas sobre su pueblo y patria oprimida, de los cuales se conserva un libro.

Es liberado antes de la caída definitiva  del eje internacional falangista (Alemania-Italia-Japón) y regresa para declarar solemnemente, en la plaza central de Hanoi, la Independencia total  de Vietnam, ante  más de un millón de asistentes.

Su voz aguda,  su tono cargado de altos decibeles de emoción espiritual, dejo al público electrizado, cuando lanzó directo a la conciencia de la humanidad y a los cuatro vientos el prefacio de la constitución de los Estados Unidos como preámbulo de la propia constitución de Vietnam.

El impacto moral de su alocución y la adopción  del texto constitucional norteamericano como parte sustancial del corpus legal de su país no supo ser interpretado por los altos estamentos de la Casa Blanca, quienes cínicamente sonrieron y  pasaron a declarar una de las guerras más aberrantes que registre la humanidad.

El Tío Ho entendió entonces que los Estados Unidos es un país que poco lo importan los valores humanos y la solidaridad internacional.  Desde Diciembre de 1946 hasta su vergonzosa derrota en abril de 1975 el Tío Sam ayudó a los franceses a masacrar a cientos de miles de  vietnamitas; y cuando en 1954 las legiones francesas fueron derrotadas, en Diem Bien Phu, los Estados Unidos asumió el relevo y surge definitivamente  como  el genio  de las atrocidades contra la humanidad.

La crueldad es la fuerza de los cobardes. Durante 30 años, en más de 10.000 días, la brutalidad imperial masacró  más  de 3.5 millones de vietnamitas. Se dejaron caer 4 veces más bombas que las usadas en la II Guerra Mundial. Un total de  388.000 toneladas de napalm incendiario fue arrojado contra pueblos y civiles indefensos;  se rociaron más  de 80 millones de litros de agente exfoliante naranja (dioxina), destruyendo el 20% de las selvas tropicales de Vietnam (10 millones de hectáreas) cuyas secuelas, hasta hoy impunes, dejan a más de medio millón de adultos lisiados y otro tanto medio millón  de niños que han nacido con malformaciones y taras de todo tipo. Las reparaciones por crímenes de guerra de los Estados Unidos son una deuda pendiente más del imperio con la historia.

El ridículo del Tío Sam es de  proporciones bíblicas. Desde lo alto el Tío Ho nos enseña el camino de la victoria total de la revolución de los pueblos libres.

Sigamos adelante, solo la revolución de la producción nos hará económicamente independientes y políticamente invencibles.

¡Viva Ho Chi Minh! ¡Viva Chávez! ¡Venceremos!

ALEJANDRO CARRILLO

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